martes, 24 de febrero de 2015

Un reino permanente | RPH 3783

por Cornelio Rivera


Egipto, sus pirámides y literatura desaparecieron con faraones que no pudieron mantener un gobierno central del calibre que les precedió. Alejandro Magno de Grecia, conquistó el mundo; en el año 324 a. C. regresó triunfante de la India. Un año después, teniendo solo treinta y tres años murió; el imperio se desintegró. Roma floreció hasta el año 180 cuando murió Marco Aurelio. Tres siglos después, su poder y esplendor se desmoronaron en el Occidente.  

En el siglo VII, los mayas abandonaron casas, templos, palacios y ciudades para emigrar hacia el norte. Las ciudades desaparecieron en medio de la jungla y pasaron doce siglos para que sus ruinas fueran descubiertas y desenterradas. ¿Hubo alguna catástrofe o epidemia? ¿Algún cambio climatológico repentino? Lo cierto es que un día, el mejor período maya llegó a su fin. 

En el siglo IX, el islam se extendió al Occidente, Bagdad tenía un millón de habitantes, magnificentes edificios, una universidad y bibliotecas. Córdoba, en España, la segunda ciudad musulmana de esa época, tenía medio millón de habitantes, calles pavimentadas, iluminación nocturna, baños públicos, bibliotecas y una famosa universidad. La cultura islámica sobresalió en agricultura, comercio, geografía, literatura, física, química, medicina y matemáticas. Doscientos años después, los españoles, normandos y turcos, y después los mongoles, arrasaron con el progreso islamita de la edad media. 

Napoleón Bonaparte subyugó casi toda Europa, pero en menos de veinte años, fue derrotado en Waterloo en el año 1815. Hitler, con su “Tercer Reich”, puso a casi toda Europa bajo la bota nazi, pero tuvo su fin en el año 1945. La revolución bolchevique introdujo el régimen dominante en Rusia en el siglo XX, pero lo vimos desmoronarse cayendo con el muro de Berlín en el año 1989. Toda la grandeza, cultura, esplendor o poder del hombre, ha tenido y tendrá su fin, el poderío humano no es invencible ni permanente. 

La Biblia anuncia que el Dios del cielo levantará un reino que no será destruido jamás” (Dn. 2:44), pero que destruirá todo poderío y vestigio de dominio terrenal humano. Esto sucederá cuando Jesucristo regrese a la tierra. Para que tú y yo participemos en ese reino, debemos prepararnos desde ya con la presencia del mismo Rey en nuestras vidas. ¿Estás listo?

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