lunes, 9 de febrero de 2015

Oír sin escuchar | RPH 3771

por Cornelio Rivera


Hay mucha diferencia entre oír y escuchar, si oyes, percibes sonidos. Al menos que tengas alguna deficiencia con el sentido del oído, puedes captar las ondas de sonido que te llegan. Pero no todos escuchamos, eso requiere una determinación consciente para entender y responder a lo que oyes. Al mudarnos con mi familia a una nueva comunidad, notamos que el tren pasaba bastante cerca de la casa y que con facilidad lo oíamos, particularmente durante la noche. No solo oíamos la locomotora y el ruido sobre los rieles, también lo escuchábamos, porque poníamos el suficiente cuidado o atención como para hacer un efecto negativo en nosotros, pues era algo que no nos gustaba y que nos molestaba. Sin embargo, después de unas semanas, nos fuimos acostumbrando y el ruido nos molestaba menos. 

El tren siempre pasaba y nosotros seguíamos en la misma casa. Nuestra capacidad para oír no había disminuido en lo absoluto, pero aquel sonido llegó a ser tan común y corriente a nuestros oídos, que prácticamente pudimos haber dicho: ¿cuál tren?, ¿cuál ruido?, ¿cuál sonido? ¿Qué fue lo que sucedió en aquel corto tiempo? Lo que pasó fue que dejamos de ponerle atención, oíamos, pero en realidad ya no escuchábamos. 

Físicamente nuestros oídos percibían el sonido, pero nuestras mentes estaban levantando una barrera para bloquearlo y evitar que nos afectara. En vez de escuchar el tren, nuestras mentes se concentraban en otras cosas, ignorando lo que no queríamos escuchar. Así, ya no respondíamos al sonido porque no lo escuchábamos. Esto con frecuencia hacen los hijos a los padres y viceversa, los alumnos a los maestros, y lo mismo sucede entre esposos y esposas. Todos nosotros lo hacemos cuando hay alguien a quien no queremos escuchar, desafortunadamente, también lo hacemos con Dios.

Hablando a la gente Jesús les dijo: “El corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, han cerrado sus ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos…”. Pero a sus discípulos les dijo: “bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen” (Mt. 13:15-16). ¿Qué de ti?, ¿oyes y verdaderamente escuchas a Dios?

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

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