martes, 22 de diciembre de 2015

Respondiendo o ignorando el llamado | RPH 3840

por Cornelio Rivera


El ser humano tiende a ignorar los llamados o advertencias que se le hacen, la historia ilustra cuan peligroso es eso. En agosto del año 2005, se advirtió a la población de Nueva Orleans, en los Estados Unidos, que evacuara la ciudad, pues se avecinaba un huracán. Muchos respondieron, pero muchos otros no lo hicieron. La prensa criticó fuertemente al gobierno por su lentitud en responder a las necesidades de los damnificados, sin considerar la gigantesca tarea de rescate, la cual habría sido más manejable si la gente hubiese respondido al llamado de evacuación. 

Otras veces, las mismas autoridades son quienes no responden a las solicitudes de ayuda. En 1269, Níccolo y Maffeo Polo, regresaron de la China con cartas del emperador Kublai Khan solicitándole al Papa cien misioneros cristianos. Dos años después, los hermanos Polo, acompañados por Marco, de diecisiete años, emprendieron otro viaje a la China. Con ellos, el Papa Gregorio X envió: no cien, no cincuenta, no diez, no cinco misioneros, sino que envió dos frailes. Por supuesto, dos misioneros no bastaban para enseñar el mensaje cristiano en aquella extensa nación. A medio camino, temerosos de la jornada, los frailes  regresaron. El llamado de Kublai Khan, para cristianizar a la China, no tuvo resultados. Hoy, solo podemos especular si no habría sido diferente la historia de esa nación, la historia de lo conocido como cristianismo, y la historia del mundo entero, de haber sido atendido aquel llamado.

Hay otro llamado para todos nosotros, dice la Biblia que Dios nos llama de las tinieblas espirituales en que vivimos, a la luz divina y admirable (1 P. 2:9), y que Él, no porque lo merezcamos, sino por su misericordioso deseo de favorecernos, nos llama a su gloria eterna en Jesucristo (1 P. 5:10). El mismo Jesús exclama: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3:20). En Cristo, Dios nos llama a establecer una relación con Él. La pregunta es si tú has de responder, o si habrás de ignorar el llamado.

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martes, 1 de diciembre de 2015

No solo los niños crecen | RPH 3839

por Cornelio Rivera


Nuestros hijos crecen, pero no lo notamos tanto porque los vemos todos los días. Pero, compara una fotografía de hace unos dos años con ese hijo o hija que hoy tiene doce, ¡qué diferencia! El bebé que hace unos meses sus padres lo cargaban, ahora camina y hasta corre por sí solo. El niñito que balbuceaba intentando repetir lo que oía, ahora forma frases completas y perfectamente se comunica contigo y con los demás. El que únicamente miraba los dibujos de un libro, ahora puede leer las palabras. 

Año tras año, observamos no solo el crecimiento físico de los niños, sino también su desarrollo intelectual. Esto es tan normal y lo esperamos con tanta naturalidad, que cuando parece haber un retraso en ese desarrollo, nos preocupamos e intentamos encontrar respuestas del por qué ocurren ciertas cosas. ¿Por qué no camina?, ¿por qué no habla?, ¿por qué parece tener problemas en reconocer las letras y los números?, ¿por qué le es difícil socializarse con los de su edad? El crecimiento físico, intelectual y social es importante. Si no hay crecimiento nos preocupamos y tratamos de corregir lo que consideramos anormal.

Pero, ¿es el crecimiento solo físico, intelectual y social? La Biblia habla también de la necesidad de “Crecer en la gracia y el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3:18). Hay otra dimensión de nuestro crecimiento en la cual Dios está interesado; la espiritual. Crecer en la gracia y el conocimiento de Jesucristo significa aumentar, incrementar, expandir, la relación que se tiene con Él. La falta de crecimiento en esta área, como en las otras, significa que algo anda mal, que hay alguna anormalidad. Tu crecimiento físico comienza a ser evidente desde el momento que naces, ese desarrollo continúa hasta llegar a una total madurez. También, tu crecimiento espiritual comienza en el momento en que Dios te da nueva vida, y naces espiritualmente en Cristo. ¿Es tu crecimiento espiritual evidente? ¿Vas en el camino normal hacia la madurez en Cristo? Si no es así, algo anda mal.

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viernes, 20 de noviembre de 2015

Venciendo la tentación | RPH 3838

por Cornelio Rivera


No hay día en que las personas no sean instigadas a hacer lo que no se debe. En casa, en la calle, en el trabajo, en la escuela, por la radio o por cualquier medio de comunicación, de alguna forma se nos invita a pensar o a hacer lo inapropiado. Desde el niño atraído a las galletas que su mamá le dijo que no tocara, hasta la mujer que coquetea con el hombre casado, o el empleado por cuyas manos pasan billetes que pueden ser fácilmente desviados al bolsillo, sin que nadie lo sepa. 

He aquí la tentación: la atracción hacia lo que pensamos nos proveerá satisfacción, pero lo cual, también sabemos que viola principios éticos y morales. La tentación en sí no es mala, al contrario, hay ocasiones cuando puede ser de beneficio. Dice la escritura que Jesucristo "fue tentado en todo… pero sin pecado" (Heb. 4:15). Esa tentación dio evidencia, para nuestro beneficio, de la completa perfección e impecabilidad de Jesucristo. En cuanto a la tentación que nosotros experimentamos, dice la Biblia: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de la vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Stg. 1:12). La pregunta es: ¿tenemos la fuerza para vencer? He aquí el beneficio de la tentación de Jesús para los hombres, pues explica la Biblia que "Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados" (Heb. 2:18). Por lo tanto, Cristo puede ayudarte a vencer cuando eres tentado. 

Pero su ayuda no es automática para todos en toda tentación. Escucha la explicación de la Biblia: “No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15). Y la conclusión a la que se nos llama es: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:16). ¿Te has acercado a Jesús, confiando absolutamente en Él y en su poder para vencer la tentación?

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viernes, 13 de noviembre de 2015

Obstáculos y victoria | RPH 3837

por Cornelio Rivera


Casi en todo lo que deseamos realizar encontramos dificultad o resistencia. Por muy pequeño que sea el proyecto, habrá contratiempos, inconvenientes e impedimentos. ¡Qué difícil es la vida! Desde las relaciones personales hasta en lo económico, en cuestiones de trabajo, en la escuela, en querer hacer lo bueno, lo correcto o lo justo, en todo lo que emprendemos, algo o alguien se pone en medio y da problemas. Ahora mismo quizás tú estés por realizar algo, pero hay detalles con los que no puedes proseguir porque algo o alguien se ha plantado como una barrera imposibilitando el paso. Si esto sucede en las actividades normales de la diaria existencia, cosas que puedes ver, también ocurre en otra área de tu vida que no es tan aparente ni visible; el área espiritual. 

En el libro alegórico llamado “El Progreso del Peregrino”, los nombres describen el carácter, personalidad o naturaleza de cada personaje o lugar. Cristiano, emprende una trayectoria desde la “Ciudad de la Destrucción” hasta la “Ciudad Celestial”. En su peregrinaje atraviesa por el “Pantano de Desánimo”, resiste las insinuaciones del señor “Sabio Mundanal”, y tiene que lidiar con la insinceridad de “Hablanchín”. Otros, con nombres como Apolión, Envidia, Superstición, No-bueno, Malicia, Ateo y el Gigante de Desesperación tratan de frustrar el peregrinaje e impedir que Cristiano llegue a la Ciudad Celestial.

Teniendo que pasar por el “Valle de Humillación”, el “Valle de Sombra de Muerte”, el “Castillo de la Duda” y la “Feria de la Vanidad”, la jornada de Cristiano es de constante oposición, obstáculo y dificultad, indicando que solo los que están totalmente determinados y apropiadamente equipados, la pueden realizar exitosamente. La alegoría acentúa la realidad bíblica de la dificultosa jornada espiritual, que el ser humano confronta durante su peregrinaje sobre la tierra hasta entrar a la eternidad. ¿Qué o quién está obstaculizando tu jornada hacia Dios? Dice la Biblia: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 15:57).


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miércoles, 4 de noviembre de 2015

Tradicional o indiferente | RPH 3836

por Cornelio Rivera


En el pasado, las tradiciones producían fuerte oposición y escepticismo a las nuevas ideas, invenciones o descubrimientos. Copérnico y Galileo lo experimentaron cuando propusieron que el sol, y no la tierra, era el centro del universo. Marco Polo encontró gran escepticismo a sus descripciones de la China. Algunos geógrafos pensaron que la tierra era esférica y no plana. Cristóbal Colón también confrontó oposición al intentar zarpar hacia el occidente para llegar al oriente. Más reciente aún, en 1879, cuando la lámpara incandescente fue introducida, no todos quisieron usarla. Un presidente de los Estados Unidos exclamó: "Si necesito luz, hay amplia provisión de velas en la alacena". 

En el siglo XX, la revolución tecnológica extensa y rápidamente nos inundó con tantas invenciones, que viendo beneficios jamás antes imaginados, comenzamos a aceptarlo todo de inmediato, es por eso que al salir algo nuevo, casi todos lo poseen y lo usan. En contraste, algunos, por tradiciones que enfatizan un estilo de vida sencillo, no usan electricidad, ni automóviles; se transportan en un carro tirado por un caballo y se visten como sus antepasados de hace cien o más años.

El cambio drástico de rechazar lo nuevo, a rápidamente aceptarlo todo, tiene un paralelo en lo espiritual. Cuando la predicación de la Biblia y el Evangelio llegaron al mundo hispano, hace menos de dos siglos, la tradición religiosa y cultural fuertemente rechazó lo que se consideró diferente. Hoy en día, vamos al otro extremo, ya que las nuevas generaciones ávidamente acogen el libertinaje procedente del llamado mundo industrializado de Estados Unidos y Europa. De allí provienen filosofías que no tiene lugar para Dios, con una actitud indiferente hacia todo lo considerado religioso o espiritual. Sea por tradición o por indiferencia, nuestros países están diciéndole no a Dios. Lo serio es que tal cosa garantiza una certera retribución y castigo. ¿Qué eres?, ¿tradicional o indiferente?

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jueves, 22 de octubre de 2015

Eficacia del evangelio | RPH 3833

por Cornelio Rivera


La calidad y eficacia de un producto se demuestra en sus resultados: si un aparato electrónico te dura por mucho tiempo, concluyes que es de buena calidad. Una medicina que te quita rápidamente los dolores o cura tus malestares, dices que es eficaz. Hace varios años compré un automóvil usado, el dueño dijo que no funcionaba bien y que por eso lo vendía barato. Un amigo que sabe de mecánica le hizo unos arreglos y el auto me dio un servicio del cual no puedo quejarme. Lo usé por cinco años y recorrí ciento cincuenta mil kilómetros, indudablemente el vehículo era eficiente y de buena calidad. 

¿Por qué se quejaba el dueño anterior? Mi amigo mecánico dijo que, evidentemente, al auto jamás le habían cambiado el aceite. Durante el tiempo que lo tuve, estuve pendiente de cambiárselo con frecuencia, dándole el mantenimiento necesario; el auto demostró su buena calidad. Así es con todo producto, para que sea eficaz, cada cosa debe usarse según su diseño y de acuerdo a las instrucciones. 

En lo espiritual, la eficacia del Evangelio ha sido comprobada por dos mil años. En su forma bíblica, el Evangelio ha estado presente en los países hispanos desde hace dos siglos; los resultados en muchas vidas han sido visibles e innegables. Pero recientemente lo que pasa por Evangelio ha adquirido popularidad. Muchos, de todo nivel socio económico, declaran ser evangélicos. Hay grandes campañas, reuniones y numerosas congregaciones, pero los resultados están ausentes. Las vidas no son diferentes, hace falta verdadera entrega a Dios, moralidad, honestidad, amor, responsabilidad familiar, rectitud. 

¿Ha perdido el Evangelio su eficacia? ¡Imposible! Entonces, ¿qué ha sucedido? La instrucción básica para la eficacia del Evangelio la declaró Pedro al decir: “Arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados” (Hch. 3:19). Pablo escribió que claramente se observaba como los creyentes del primer siglo se habían convertido para servir al Dios vivo y verdadero (1 Ts. 1:9). ¿Será que hoy las instrucciones ya no se observan y falta verdadera conversión?

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miércoles, 14 de octubre de 2015

Cambio radical | RPH 3832

por Cornelio Rivera


Hace varias décadas, aparecieron en Estados Unidos unos vehículos que habían sufrido un cambio radical. Originalmente, su forma y función era la de un pequeño autobús con tres o cuatro filas de asientos; acomodaban unas doce o hasta quince personas. Algunos se usan todavía como minibuses de transporte colectivo en varios países hispanos, también quitándole los asientos, se usan para transportar carga. 

Pero, a alguien se le ocurrió transformar estos vehículos haciéndolos atractivos para las familias, con ciertas amenidades y comodidades de una sala. Les instalaron ventanas grandes con cortinas o persianas, forraron las paredes con madera simulada y cubrieron el piso con una alfombra gruesa. El modelo más básico tiene cuatro sillas poltronas o perezosas, que pueden girar de un lado a otro y se reclinan si quieres dormir una siesta, y en la parte trasera tienen un sofá que puede hacerse cama. Algunos tienen dos aires acondicionados, uno adelante y otro atrás. Prácticamente no tiene límites lo que puedes pedir que te instalen en una de estas naves: televisión, bar, refrigerador, estufa, mapa electrónico, etc. Estos vehículos han pasado por una verdadera transformación, la forma en que se conocen y la designación que se les da es: vehículos de conversión. La razón es que han sido convertidos de algo común a algo muy especial y notable de inmediato, especialmente al abrir la puerta y observar los cambios internos.

La Biblia también habla de conversión, una conversión con obvios y notables cambios en la vida de una persona. Tal como un vehículo continúa siendo como salió de la fábrica, a menos que lo conviertan o transformen en algo diferente, así sucede con una persona en su condición espiritual. Para que haya cambios en su vida, en lo que hace, en lo que vive, tendrá que pasar por una conversión radical interna. Cuando Jesús envió a Pablo a predicar el Evangelio le dijo: “Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hch. 26:18). ¿Has sido convertido por Dios?

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miércoles, 7 de octubre de 2015

Empeorar en vez de mejorar | RPH 3831

por Cornelio Rivera


Hay veces en las cuales, queriendo mejorar empeoramos. Allí, frente a la cámara, a la vista de miles de televidentes, estaba un niño, víctima de un accidente en el que su camisa comenzó a quemarse, las llamas amenazaban envolver la totalidad de su pequeño cuerpo. El niño desesperadamente corrió dando grandes gritos, hasta que alguien lo tiró al suelo intentando apagar las llamas. Mientras el niño corría tratando de quitarse las llamas, sin saberlo, empeoraba su situación: el viento producido con su carrera alimentaba las llamas y le convertía en una antorcha humana. 

Si no sabes nadar y te estás ahogando, tratando de salir a flote, más rápido te hundes  pataleando y dando manotadas. Hace un par de siglos, era común y aceptable como tratamiento médico sacarle la sangre a un paciente, considerando que algo malo en la sangre causaba la enfermedad, pues ellos pensaban que sacándola, el paciente obtendría mejoría, pero aquello, más bien aceleraba la muerte del enfermo. Hay veces en las que, queriendo corregir algo o mejorarlo, nuestras acciones lo empeoran.  

Al percatarnos de la importancia de lo espiritual, buscamos realizar mejoras, he allí la razón para la religiosidad en nuestros países. Votos, penitencias, peregrinajes, caridades, rituales, limosnas, rezos y oraciones, son formas de querer mejorar en lo espiritual. Sin embargo, la realidad es que tratando de mejorar espiritualmente, más bien empeoramos. Cuando confías en lo bueno que haces para ganar el favor de Dios, inconscientemente rechazas lo único divinamente establecido para ser aceptos ante Él. 

Dice la Biblia, que nuestras obras por muy buenas que sean, ante la santidad de Dios, son como trapos inmundos, sucios, inaceptables. Por eso, el privilegio de entrar y permanecer en su presencia no es por obras (Is. 64:6; Ef. 2:8-9). Lo único y necesario es ir a Cristo, pues con su muerte en la cruz, Él pagó por nuestros pecados y nos concede acceso a la presencia y bendición divina. Lo que cuenta delante de Dios es tu fe en Jesús, si te arrepientes genuinamente de tu pecado y recibes por fe a Jesucristo como Salvador, eso sí mejorará tu vida y tu futuro eterno.

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viernes, 25 de septiembre de 2015

Confianza sumisión y obediencia | RPH 3829

por Cornelio Rivera


Ya estando en el avión, como de costumbre, el piloto nos dio la bienvenida e informó que en breves momentos estaríamos despegando. Con varios aviones esperando turno, el piloto tomó su lugar para esperar la orden de la torre de control, mientras tanto la llovizna que había comenzado, era ahora un aguacero. Ya en posición, aguardando las instrucciones de la torre, nuestro avión continuaba esperando, el reloj seguía su marcha y la espera se alargaba. 

Pasado un rato, el piloto nos informó que le habían ordenado esperar debido a una serie de tormentas. Disculpándose por el retraso, dijo que posiblemente partiríamos dentro de pocos minutos, esto lo repitió varias veces y la espera se convirtió en más de dos horas. Finalmente, la torre de control dio la orden y el avión pudo salir. Aunque tarde, pero sanos y salvos, llegamos a nuestro destino.

¿Imagínate si el piloto, desobedeciendo a la torre, hubiese decidido partir? ¿Qué si los pasajeros amotinados hubieran demandado el despegue? Algunos, seguramente tenían compromisos, otros, conexiones con otros vuelos; a lo mejor los perdieron. También, es posible que alguien haya perdido un negocio. Pero todo era secundario, considerando que desobedecer la orden de esperar, podría haber costado la vida de los pasajeros y la tripulación. El operador de la torre, mejor que nadie, puede evaluar las condiciones para volar. Es la responsabilidad del piloto someterse y obedecer las instrucciones. Lo más provechoso para los pasajeros es someterse a las decisiones del piloto y de la torre.

En la vida diaria, Dios, como un operador de torre conoce mejor que nadie las tormentas, los vientos fuertes, así como la mejor hora en la cual tú puedes hacer las cosas y hacia dónde dirigirte. ¿Estás dispuesto a someterte a sus instrucciones y obedecerle? Dice la Biblia: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Pr. 3:5-6).

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viernes, 11 de septiembre de 2015

Dos propósitos, dos destinos | RPH 3828

por Cornelio Rivera


El descubrimiento de América marcó grandes diferencias entre las colonias españolas y las inglesas. Con el tiempo, esas diferencias fueron acentuándose, los puritanos que zarparon hacia Norte América no fueron motivados por un espíritu aventurero. Viajando con sus familias se proponían labrar la tierra y establecer un hogar en el nuevo continente. 

En contraste, los viajeros a Iberoamérica eran hombres buscando fortuna y aventura. Llegaron solos, sin intención de traer a sus familias, su actitud se refleja en las palabras de Hernán Cortés: "Vine a buscar oro, no a labrar la tierra como campesino". Los españoles y portugueses vinieron, no a establecerse como colonizadores sino como conquistadores, a llevarse lo que pudieran encontrar. Habiendo dejado a sus esposas en Europa, satisficieron su sexualidad con las mujeres nativas, quienes dieron a luz a una nueva raza, una raza mixta, que no conoció a sus padres porque estos regresaron con sus esposas y familias al viejo continente. 

Muchos colonizadores en Estados Unidos, por lo menos al principio, fueron producto de la Reforma, gente que leía la Biblia, dedicados a Dios y a sus familias, deseando glorificarle y ser bendecidos. Sin embargo, los conquistadores en la nueva Iberia eran el producto de la contra-Reforma y de la Inquisición, fieles a su tradición y jerarquía religiosa. Para ellos, la Biblia era un libro prohibido, su interés era carente de lo espiritual, buscando la riqueza personal y el prestigio de la Corona española. En resumen, los colonizadores buscaban conscientemente la bendición de Dios y la obtuvieron. Sin embargo, los conquistadores intentaban fama y riqueza, y aunque algunos la obtuvieron, fue de corta duración. Estas diferencias en propósito dieron curso a un desarrollo diferente en las dos Américas (“Crisis in Latin America”, pág. 66).

Hoy, ¿qué buscas tú? ¿Riqueza, fama, ganancia, beneficio propio? ¿Hay algún lugar para Dios en tu vida? Lo que busques y hagas te afectará a ti, a tus hijos y hasta las generaciones futuras, y más importante aún, afectará tu destino eterno.

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viernes, 4 de septiembre de 2015

En el último minuto | RPH 3826

por Cornelio Rivera


¡Qué emoción cuando el gol ganador entra a la red faltando unos segundos para terminar el partido, o cuando el balón entra a la canasta al momento del pitazo que pone final al encuentro, o cuando el batazo con las bases llenas da por terminada la entrada y el juego! Es entonces cuando saltas de la silla o de la gradería y gritas con aprobación. Hay equipos que tienen la reputación de ganar juegos ¡en el último minuto! El problema es que al hacerlo varias veces, el público espera que siempre que vayan perdiendo puedan hacer lo milagroso y ganar una vez más, segundos antes del silbato, ¡en el último minuto! Pero bien sabemos que esas hazañas no ocurren todo el tiempo, y que llega el momento cuando el juego se pierde. 

Algunos viven y hacen las cosas, esperando ese último momento. El estudiante, teniendo todo un semestre, comienza su proyecto unos pocos días antes de vencerse el plazo. Muchos esperan hasta el último día para llenar formularios, hacer solicitudes o pedir extensiones. Aunque decimos: "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy", difícilmente aprendemos la lección, y nos acostumbramos a dejar las cosas para mañana o para más tarde, lo cual nunca llega y cuando llega ya es muy tarde, nadie puede vivir así y esperar que todo vaya a salir bien. 

El último minuto puede ser emocionante en el deporte, pero cuando las cosas importantes de tu vida están de por medio, no puedes esperar que siempre ocurra un milagro. Lo más crítico de dejar para el último momento es no arreglar cuentas con Dios, sino hasta estar en cama, cerca de la muerte. Nada es más peligroso que pensar que tal vez en ese entonces, puedas tener oportunidad para hacerlo.

La Biblia te insta a que al escuchar el llamado de Dios no endurezcas el corazón (Heb. 4:7). “He aquí el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación" (2 Co. 6:2). ¡Cuán urgente es responder al mensaje de Dios en Cristo! Si esperas hasta mañana, quizás ese mañana no llegue. No esperes hasta el último minuto, responde ahora mismo.

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miércoles, 26 de agosto de 2015

Obstáculo a la bendición | RPH 3825

por Cornelio Rivera


He transitado por muchas carreteras en los países hispanos, en algunas, apenas sientes el movimiento del auto, en otras tienes que ir muy despacio para evitar caer en lo que parece ser un cráter, y arriesgar que te trague la tierra. A ciertos lugares llegas con relativa facilidad, a otros, con muchos obstáculos. Eso me hace pensar en las muchas dificultades de hace apenas unas cuantas décadas atrás para llegar a muchos de esos lugares. 

Leyendo un libro acerca de exploradores y arqueólogos, descubridores de ruinas y antiguas civilizaciones, me doy cuenta de cuán difícil fue para aquellos pioneros penetrar densas junglas, cruzar elevadas montañas, atravesar peligrosos y caudalosos ríos, y literalmente abrir camino para llegar a sitios que hoy visitas con relativa facilidad. Llegar a esos lugares requirió quitar los muchos obstáculos que los exploradores inicialmente encontraron. 

Selvas fueron despejadas, montañas prácticamente partidas por mitad o perforadas con túneles para atravesarlas. Ríos han sido desviados o puentes construidos para lograr pasar al otro lado. Antes de que el moderno viajero pudiese beneficiarse de las maravillas de esas civilizaciones, antes de poder admirar las antiguas culturas, fue necesario remover los obstáculos del camino. Haber logrado eso en el pasado, nos ha beneficiado en el presente. 

Existe un paralelo con la situación espiritual de los hombres. Dios desea favorecernos abriendo el camino que nos lleva libremente a gozar de los tesoros de su gracia. Pero, hay un obstáculo en particular que se debe remover para que seas beneficiado con todo lo que Él tiene para ti. Jesús lo explicó diciendo: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Jn. 3:12). Nuestra tendencia a la incredulidad, es una formidable barrera que nos impide gozar de las maravillas que Dios desea mostrarnos. El Apóstol Pedro lo expresó diciendo que para los que no creen, Jesucristo viene a ser una piedra de tropiezo (1 Pe. 2:8). ¿Dejarás que la incredulidad continúe siendo el obstáculo que te impide llegar a gozar de la bendición de Dios?

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viernes, 24 de julio de 2015

Necesidad que necesita respuesta | RPH 3824

por Cornelio Rivera


En un experimento se investigaba la disponibilidad de la gente para ayudar a otros, el resultado de dicho experimento fue emitido en la televisión. Para realizar la investigación, un hombre ciego, con anteojos oscuros y un bastón, fue dejado en una esquina muy transitada. El objetivo era saber cuánto tiempo tomaría hasta que alguien le ayudara a cruzar la calle. En esa ciudad grande, decenas tras decenas de personas atravesaban la calle, muchos de ellos se pararon a la par del ciego para esperar la señal del semáforo; nadie, por un espacio de varios minutos, hizo el menor intento para responder a la necesidad. Fue hasta después de un largo tiempo, que alguien se le acercó y le dijo: "ahora puede cruzar." 

Muchos de los que por allí pasaron, quizás, así son en todo, jamás ponen interés en los demás para ayudarles. Otros, seguramente estaban tan concentrados en lo que hacían o pensaban, tan apurados para llegar a donde iban, que simplemente no se percataban de la necesidad, que enfrente de ellos, demandaba atención personal inmediata. Otro experimento fue hecho con una persona impedida que no podía doblar una rodilla, a quien se le cayeron algunos papeles. Mientras él hacía toda clase de intentos para recoger los papeles, la gente pasaba, pero nadie se paraba a ayudarle. 

¿Cómo respondes a las necesidades a tu alrededor? ¿Estamos tan ocupados con lo nuestro, tan concentrados en lo personal que no tomamos ni siquiera unos segundos, para responder a las obvias necesidades enfrente de nuestros propios ojos? ¡Qué alivio cuando alguien responde a nuestras necesidades! 

En efecto, todos tenemos una necesidad espiritual urgente. Dios, pudiendo resolverla, no la elude ni vacila en contestar. Jesús dijo a un líder religioso llamado Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:7). Explica la Biblia, que todos los seres humanos, aunque vivos físicamente, estamos espiritualmente muertos delante de Dios en nuestros pecados (Ef. 2:1). Dios responde a la necesidad espiritual cuando el que cree es hecho hijo de Dios, siendo renacido por el poder de su Palabra (1 P.1:23). Los seres humanos no llenamos las expectativas de otros en sus necesidades, pero Dios sí responde a tu necesidad.

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jueves, 16 de julio de 2015

Perpetuando el error | RPH 3823

por Cornelio Rivera


¡Cuán difícil es reconocer el error o problema! No es fácil para un alcohólico decir: "Es cierto, tienes razón, tengo un problema que me daña físicamente y causa dificultades en mi hogar; ¡necesito ayuda!". Generalmente la actitud es: "No, yo sé cómo manejar esto, cuando quiera, puedo dejar de beber". Trata de convencer al drogadicto de que está arruinando su vida, y eso será como toparse con un muro. El que habitualmente llega tarde al trabajo, siempre tiene una excusa que considera razonable y le es prácticamente imposible reconocer su inhabilidad para programar su tiempo. En esto último, los hispanos usamos la excusa de que así es "nuestra cultura".

Sin reconocer nuestro error o problema, todo continúa como está, sin posibilidad de corrección. Hablando con alguien le hice ver que su forma de expresarse, generalmente agravaba las situaciones, que necesitaba pensar bien antes de reaccionar impulsivamente. Pero exhibiendo su impulsividad, sin considerar mi recomendación, reaccionó a la defensiva. Sin reconocer, aun la posibilidad de tener algún problema con su actitud, se enfadó y fue a buscar a alguien con quien quejarse. Todo continúa igual, diciendo impulsivamente lo que no debe decir cuando no debe decirlo; sin reconocer una falta, no hay corrección. El borracho sigue así, mientras no reconoce su desdichada condición, el drogadicto destruye su mente o su vida. El que continúa llegando tarde al trabajo, arriesga que lo despidan. No reconocer errores causa dificultades. 

Así también, no reconocer nuestro problema espiritual, hace perpetuar ese problema ante Dios. A Israel, Dios le dijo: Reconoce, tu maldad; contra Dios has prevaricado… y no oíste su voz… ” (Jer. 3:13). El apóstol Pablo escribe: “…No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Co. 6:9-11). Dios corrige nuestra situación, cuando aceptando y reconociendo nuestro error, acudimos a Él.

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miércoles, 24 de junio de 2015

La más importante decisión | RPH 3822

por Cornelio Rivera


¡Siempre hay decisiones que tomar! Algunas son poco importantes: ¿qué sabor de helado quieres: vainilla, chocolate o fresa? Otras decisiones te afectan un poco más, hay amenaza de lluvia, pero decides irte de paseo o al campo de fútbol, luego cae el aguacero y te resfrías. Entonces lamentándote, entre estornudos, comentas que no debiste haber ido, que fue una mala decisión. Lo bueno es que no es ni el fin del mundo ni el tuyo tampoco, pues te recuperas y todo pasa. 

Otras decisiones son más serias: ¿estudiarás para el examen o irás a la fiesta?, ¿aceptarás el trabajo que te ofrecen o pondrás tu propio negocio? Existen también algunas decisiones que afectan el resto de tu vida: ¿te casas o no, con fulana o sultana, con ese señor viudo o con esa señora divorciada? Hay toda clase de circunstancias en las que tendrás que decidir; con lo que decidas tendrás que vivir por el resto de tu vida. A la vez, esto involucrará a otros con quienes tu vida estará íntimamente ligada. 

Hay decisiones trascendentales que involucran la salud y que pueden ser cuestión de vida o muerte. Cuando mi esposa enfermó súbitamente, la llevé a la sala de emergencias del hospital en estado inconsciente. El especialista me dijo que era necesario operar inmediatamente, la decisión estaba prácticamente hecha, lo único que necesitaba era firmar autorizando la cirugía. Esa decisión afectó mi vida en forma positiva, pudiendo gozar de la presencia y del amor de mi esposa y de tres hijos que nacieron después de esa operación. Hay diversos niveles de importancia en las decisiones que harás en tu vida, pero la más importante es la que harás acerca de tu relación con Dios y tu destino eterno. 

Josué fue un hombre que desafió al pueblo de Israel a tomar una decisión diciéndole: "Ahora, pues, temed a Dios y servidle con integridad y en verdad… y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres… escoged hoy a quien serviréis… yo y mi casa serviremos a Dios" (Jos. 24:14-15). También tú necesitas hacer esa decisión.

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miércoles, 17 de junio de 2015

Confiando en mí mismo | RPH 3821

por Cornelio Rivera


Un niño busca la ayuda de papá o mamá con cosas difíciles, pero al ir creciendo, adquiere conocimiento y facilidad en lo que hace. Su autoconfianza aumenta, su dependencia de otros disminuye, la habilidad de valerse por sí mismo le da un sentido de seguridad. El pequeño comienza dando sus primeros pasos asido de la mano o agarrado de una mesa, una silla o de cualquier objeto para no caerse. Pronto da dos o tres pasitos sin sujetarse de nada o de nadie. Después, tambaleándose y cayéndose con frecuencia, se anima más y quiere caminar solo. 

En poco tiempo, no solo camina sino que corre, con confianza, ya no busca de quien sujetarse. Ha aprendido que para caminar, y aun correr, no tiene que valerse ni de papá, ni de mamá, ni de nadie. Cuando pones las manos en el volante por primera vez tienes temor, salir a las calles en medio del tráfico y maniobrar entre otros automóviles te pone nervioso. Pero, después de unas cuantas veces y unos cuantos sustos, desarrollas confianza y seguridad. Con el tiempo, conducir un auto te resulta de lo más fácil y natural. 

Confianza en nosotros mismos y en nuestra habilidad para las diversas cosas de la vida es algo natural y positivo, necesario y provechoso para el desarrollo normal en un mundo en el que, muchas veces, necesitamos funcionar independientemente. Aprender a funcionar en ciertas áreas te da confianza en tu propia habilidad para salir adelante. Sea lo escolar o académico, los negocios o las finanzas, la música o el teatro, la política, el trabajo vocacional o profesional, o cualquier área que hayas conquistado, te felicito por ese logro. 

Pero, hay algo en lo que ese sentido de habilidad y de confianza, espíritu de independencia y de poder hacerlo todo sin ayuda de nadie, tiene sus desventajas. Considera las palabras de Jesucristo cuando dijo: "Separados de mí nada podéis hacer" (Jn. 15:5). La esencia de hacerlo todo bien, según lo que Dios requiere, implica confianza duradera, fe y dependencia de la presencia de Dios en tu vida a través de la persona de Jesucristo.

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miércoles, 3 de junio de 2015

El padre ausente | RPH 3820

por Cornelio Rivera


¡Qué tragedia para la familia hispana! Millones de niños crecen con un padre ausente y entre los que sí le tienen en casa, pocos gozan de una relación saludable con papá. Es difícil recopilar estadísticas, pero lo que sucede con las familias hispanas en Estados Unidos, seguramente es muy similar a la realidad en toda Hispanoamérica. En 1995, el almanaque “Information Please Almanac” publicó que entre las familias hispanas de los Estados Unidos, una tercera parte sufre la ausencia del padre. 

Esto incide en lo social, educacional y económico, con el padre ausente, la madre es la única fuente de manutención para los niños. Ella, a menudo debe recurrir a la asistencia social, poner a los niños al cuidado de otros y luchar contra limitaciones que impiden, muchas veces, los beneficios de una sólida preparación escolar. Además, los niños son privados del amor, la instrucción, el ejemplo y la posibilidad de la influencia positiva del padre. ¿Y qué dice el refrán?: "de tal palo, tal astilla." El niño que crece sin su padre, posiblemente será también un padre ausente, así el ciclo continúa, perpetuándose en la desintegrada familia hispana. 

Muchos de nuestros problemas sociales se deben a la ausencia del padre del hogar. Aun estando presentes, muchos padres no ejercen una influencia adecuada sobre sus hijos. Muchos niños, en vez de respetar a papá, le tienen miedo; inseguridad en vez de confianza; en vez de experimentar amor, reciben reprensión y hasta desprecio. El desenvolvimiento erróneo tanto del padre ausente o desconocido, como el que está presente, son una tragedia con un efecto negativo en la vida de los hijos y del hogar. 

Si el padre ausente o indiferente produce múltiples problemas sociales, los problemas espirituales se deben a la ausencia del Padre, esto es, a la falta de la presencia de Dios, el Padre celestial. No que Él nos abandone, más bien que nosotros le rechazamos e impedimos Su presencia. Dios Padre quiere estar presente en tu vida, con relación a esto Jesús dijo: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Jn. 14:23).

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martes, 19 de mayo de 2015

A la hora sin tardar | RPH 3793

por Cornelio Rivera


Alistándome para viajar, una señora quiso que le llevara un regalo a su nieto al lugar donde me dirigía. Yo viajaba al siguiente día y acordó llevarme el paquete al aeropuerto a determinada hora. Al día siguiente, ya con mi boleto de embarque, me puse a esperar. Los minutos pasaban y ella no aparecía, habiendo tomado ese vuelo varias veces y sabiendo que nunca salía a la hora exacta, resolví esperar un poco más. La hora se aproximaba y ella no llegaba, entonces decidí irme al avión. El aeropuerto era grande y la caminata para llegar al puesto de seguridad llevaba varios minutos, cuando llegué allí había una larga fila, mi reloj continuaba su tictac; yo comenzaba a preocuparme. Pasando el puesto de seguridad comencé a correr por aquellos largos pasillos. Con pulso acelerado y respiración semiahogada llegué a la puerta, entré a la rampa y una señorita que estaba allí me dijo: "¿es ese su vuelo? Lo siento, la puerta se cerró y el avión está moviéndose hacia la pista".

¿Te han dejado plantado alguna vez? ¿Has hecho esperar a alguien? Los latinoamericanos tenemos fama de nunca estar a tiempo. Tenemos varios relojes, en la muñeca, al lado de la cama y en la pared. No es falta de información acerca de la hora, es falta de atención a la hora. Esto nos causa problemas, mayormente al tener que ajustarnos a otra cultura, mejor acostumbrada a ponerle atención al reloj y al calendario.

Dios opera de acuerdo con un programa que Él mismo ha diseñado. La Biblia nos recuerda que: "Todo tiene su tiempo, y todo… debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir…” (Ec. 3:1-2). No pienses que el Señor nos ha dejado plantados, o que se le ha olvidado, o que está teniendo dificultades con su horario. Él opera a tiempo y en forma exacta, su justicia perdurable vendrá en el tiempo señalado. “Dios no retarda su promesa…” (2 P. 3:9) y nos hace un urgente llamado diciendo: “Prepárate… al encuentro de tu Dios” (Am. 4:12). Cuando sea la hora, Dios no se tardará, ni tú podrás tardarte. ¿Estás preparado?

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lunes, 30 de marzo de 2015

Cómo tener optimismo | RPH 3790

por Cornelio Rivera


Es difícil ser optimista acerca del futuro, el periódico y las noticias confirman que el mundo está enfermo, los intentos para su recuperación son como dar aspirina al que sufre de cáncer. Pero también el mundo es como el paciente que, aunque grave, rehúsa las medicinas. Según “The Herald”, en su publicación del 6 de diciembre de 1994, había unos 22 millones de infectados con el virus del sida. Apenas en diez años había casi el doble, con más de 39 millones. Sin haber un tratamiento eficaz, se nos advierte que la mejor medicina para evitar la transmisión es no tener relaciones sexuales promiscuas y evitar el intercambio de jeringas con personas infectadas. En la mayoría de los casos la transmisión puede evitarse, por eso pensaríamos que la gente atendería las instrucciones, pero el sexo ilícito y la adicción a las drogas persisten. El paciente prefiere satisfacción temporal, en vez de escuchar al médico. 

¿Qué de los gobiernos?, ¿podrá haber optimismo a nivel nacional o internacional? Las guerras, la pobreza y la escasez no disminuyen, sino que aumentan. La Organización de las  Naciones Unidas informó que muchos países pobres, gastan más en armas que en educación y salud, y que en muchas naciones, la probabilidad de morir por desnutrición y enfermedades prevenibles, es treinta y tres veces superior a la de morir en una guerra externa. El futuro, para la mayoría, no presenta esperanzas animadoras. 

Jesucristo anunció guerras, pestes, hambres, terremotos, falsos profetas y engaños (Mt. 24:7-11). También se anuncian: “Tiempos peligrosos… hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos… crueles… traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Ti. 3:1-4). La degeneración humana causa las dificultades personales, comunales, laborales, nacionales y mundiales. Sin embargo, el Apóstol Pedro escribió: Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:13). Al decir “nosotros”, Pedro no incluye a todo el mundo, sino a quienes él escribió. De ellos dice, que han “Alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra” (2 P. 1:1). Justificación en Cristo por la fe en Él, es lo único que puede darte optimismo acerca del futuro. ¿Calificas para ser optimista?

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viernes, 20 de marzo de 2015

¿Se puede, o no? | RPH 3789

por Cornelio Rivera


¡Poder o no poder, esa es la pregunta! Cuando existe alguna dificultad, problema o aprieto, queremos saber si la situación puede resolverse. ¿Puedo hacer algo?, ¿puede alguien ayudarme?, ¿qué es lo que se puede hacer? Cuando chocas con tu vehículo, preguntas: ¿puede repararse? Si pierdes el empleo: ¿podré obtener otro rápidamente? Cuando te enfermas tú o uno de tus familiares, lo primero que te viene a la mente es: ¿podrá haber recuperación?, ¿pueden hacer algo los médicos? 

El diccionario define el verbo “poder” así: "Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo. Tener facilidad, tiempo o lugar de hacer una cosa". Esta es una palabra que produce incertidumbre o expectativa, pero algo de lo cual no siempre tenemos completa seguridad; en algunas ocasiones se puede y en otras no. Es posible que la facilidad, el tiempo o el lugar para realizarlo estén a nuestro alcance, pero muchas veces ese no es el caso, y tenemos que recurrir a otros. Lo crítico es cuando nadie puede hacer nada, ¿qué puedes hacer cuando el plato se te cae de las manos y se hace añicos? No podemos entrar al despacho presidencial y comenzar a dar órdenes, tampoco tenemos el poder para impedir que llueva.  Hay padres que ya no pueden controlar a sus hijos, matrimonios que ya no pueden ser salvados, y peor aún, nadie puede hacer nada una vez que estés muerto. ¿Qué podemos hacer cuando ya no se puede?

Jesucristo dijo: “No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos” (Mt. 7:18). También: “De cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3). Y agregó: “Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros si no permanecéis en mí. El que permanece en mí, y yo en él, lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:4-5). Claramente, hay muchas cosas que en nuestra relación con Dios y con los demás, nosotros, por sí solos, no lo podemos hacer. Pero estando en la cárcel, sufriendo penalidades, el Apóstol Pablo escribió: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). ¿Tú puedes, legítimamente, decir lo mismo?

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martes, 17 de marzo de 2015

Control de calidad | RPH 3788

por Cornelio Rivera


Toda compañía de manufactura, si quiere encontrar aprobación entre el público, necesita ejercer control de calidad. En alguna ocasión habrás pagado por cosas que fácilmente se han dañado o que no tienen el buen sabor que se suponía debían tener. La falla en la seguridad y el control estricto de la calidad de un producto, puede ser crítico y costoso. 

En una ocasión se encontraron varias cajas de un analgésico que había sido contaminado con cianuro. Desafortunadamente, los que encontraron el veneno fueron los consumidores; varios murieron. La compañía tuvo que pagar por las demandas legales y por recoger y destruir todo el producto que ya había distribuido entre farmacias y otros establecimientos. También, tuvo que lanzar una campaña publicitaria para tratar de restaurar la confianza del público en sus productos. Lo ideal es que lo que se fabrica, sea sometido a una evaluación, que determine si en realidad pasa la inspección y llena los requisitos de lo que se considera algo bueno, algo de calidad. Si no, aquello será rechazado, puesto a un lado, declarado inaceptable. 

Dios requiere un estricto control de calidad. Por medio del profeta Daniel le dijo al rey Belsasar: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto” (Dn. 5:27). Nada inaceptable se le pasa a Dios, no hay descuido o negligencia como para que quien no llene los requisitos, tenga entrada y aceptabilidad ante Él. Todos necesitamos ser evaluados y examinados para su aprobación. 

Pero confrontamos un grave problema. El Apóstol Pablo lo expresó así: “Yo sé que en mí, no mora el bien; el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo; queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en . ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Ro. 7:18, 21, 24). En otras palabras: ¿quién me hará aceptable a Dios? La misma Biblia resuelve el dilema diciendo: “el Dios de paz… os haga aptos en toda obra buena… haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo” (Heb. 13:20-21). Si nos sometemos a Él, para que Él haga la obra en nosotros, Él nos dará la necesaria aceptabilidad.

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martes, 10 de marzo de 2015

Ignorando advertencias | RPH 3787

por Cornelio Rivera


No podemos ignorar advertencias, un dolor que persiste podría mandarte al hospital o a una muerte prematura. Los padres nos advierten de la importancia del estudio, los peligros de la vida y la importancia del trabajo. Jamás olvidaré la advertencia de mi madre a decir siempre la verdad. El semáforo en amarillo te advierte que la luz roja se aproxima; debes frenar. Las nubes anuncian lluvia y la puesta del sol, la noche. Los hijos también dan señales importantes, cambios en actitud o conducta, un bajón en las calificaciones, mayor ausencia de la casa. Estas advertencias, como una banderita roja, nos dicen con alarma: ¡cuidado! Se espera que atendamos las advertencias y procuremos evitar la dificultad que se anuncia. 

Pero sorprendentemente, muchos mueren sin ir al médico, aunque tengan síntomas. Algunos hijos consideran los consejos de sus padres pasados de moda, no pertinentes a la situación moderna. Ignorando las advertencias, producimos generaciones que no queriendo estudiar, recurren al robo o a la estafa o prefieren vivir de holgazanes y no trabajar con sus manos. Hay accidentes automovilísticos que pueden evitarse, si tan solo le ponemos atención a las señales de tránsito. Aunque las nubes y el meteorólogo anuncian lluvia, olvidamos el paraguas y nos mojamos. Los cambios en la actitud y conducta de los hijos, se ignoran, pensando que aquello es pasajero y que desaparecerá. Es increíble cuantas advertencias ignoramos. 

¿Has escuchado de la proverbial “escritura en la pared”? Cuando el rey Belsasar de Babilonia vio unos dedos escribiendo algo en la pared, nadie pudo descifrar aquello, excepto Daniel, quien le indicó al rey que era la sentencia divina por haber ignorado eventos que, como advertencias, le habían hecho ver su responsabilidad ante Dios (Dn. 5:24-31). Dice la Biblia que sus escritos “acontecieron como ejemplo para amonestarnos” (1 Co. 10:11), es decir, para que sean nuestra advertencia acerca de cómo Dios quiere que conduzcamos nuestras vidas. No podemos vivir como si no hubiera Dios y que no nos ha revelado su voluntad. Vivir así, es ignorar sus advertencias y exponernos al mensaje ya escrito como sentencia divina.

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jueves, 5 de marzo de 2015

Libre e independiente | RPH 3786

por Cornelio Rivera


El adolescente quiere ser independiente y no sentir que está bajo autoridad. “¡No me trates como a un niño!”, “¡Yo sé bien lo que hago!”; son sus expresiones favoritas. Pero rehusar autoridad, no es exclusivo de los adolescentes. El empleado, de cualquier edad, se molesta ante nuevas restricciones, al prisionero le disgustan las regulaciones y añora libertad sin limitaciones. 

El movimiento feminista tiene cierta renuencia a someterse a la tradicional autoridad masculina. Algunos oficiales de gobierno piensan estar exentos de ciertas leyes; creen que su posición les mantiene libres de sumisión a la autoridad. Tradicionalmente, el militar rehúsa someterse a la autoridad civil. También, toda nación se considera soberana, libre de control externo, gobernándose a sí misma, escogiendo su propio sistema económico, político y social. 

No solo los adolescentes desean autodeterminación, todos, en cualquier lugar o nivel, queremos actuar libremente según nuestro propio sentir o lo que consideramos nuestro derecho. Hay problemas cuando otros creen tener cierto derecho sobre nosotros y que desean afirmar su voluntad sobre la nuestra. Los padres no necesariamente comparten el sentir de sus hijos, también el jefe difiere con los derechos que el empleado reclama. 

La posición de la mujer en la sociedad, en lo laboral y en relación al hogar continúa debatiéndose. Lo que el funcionario o el militar piensan de su relación con otras autoridades y leyes, puede diferir de la opinión pública. Cuando los países difieren acerca de quién tiene derecho a qué, hay conflicto. Todos queremos actuar libremente, según creemos conveniente. Pero, ¿puede el hombre ser totalmente libre e independiente? La realidad es que nadie puede actuar independientemente sin entrar en conflicto con Dios. Él nos dice en la Biblia: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste” (Ro. 13:1-2). Eso es lo que piensa Dios de la independencia humana.

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martes, 3 de marzo de 2015

Egolatría | RPH 3785

por Cornelio Rivera


El emperador Augusto engrandeció a Roma, consolidó el imperio y aseguró las vías de transporte, conduciendo a dos siglos de lo que fue denominada la “Paz romana”. Fue experto en administración, comercio, propaganda y usó las obras de Virgilio, Horacio y Propercio para avanzar la posición imperial. Cuando algunos comenzaron a adorarlo como un dios, Augusto no se los impidió. El poeta Virgilio afirmó que según los dioses, Roma dominaría al mundo a través de Augusto, de quien Virgilio dijo, descendía del príncipe troyano Eneas, cuya madre, se creía, era la diosa Venus; esto dijo Virgilio del “divino” Augusto.  

El siguiente emperador fue Tiberio y después Calígula, este último era aún más vanidoso de su supuesta divinidad. Aunque no creía en los dioses, supuso que ser considerado divino, sería políticamente ventajoso. Calígula construyó un templo para sí mismo y una estatua, insistía que vistieran la estatua con ropas como las que él usaba, decía hablar con los dioses, susurrando a las estatuas en los oídos, y en una ocasión, hasta amenazó a Júpiter. Después de cuatro años como emperador, teniendo solo 29 años, Calígula fue asesinado.

En su obra “Juventud, Egolatría”, Pío Baroja escribió que: "con el egotismo sucede como con las bebidas frías en verano: cuanto más bebes, más sed tienes". Otros creen que las palabras más importantes son las relacionadas con las que denotan posesión, como por ejemplo: mí, me y mío. Egolatría, vanidad, presunción, soberbia; en cierto grado, todos nosotros las practicamos; unos más, otros menos, pero ninguno de nosotros escapa de esa realidad. 

Pocos tienen el poder y recursos, como para actuar como emperadores, pero cada quien es capaz de imaginariamente considerarse, no un dios nacional, pero si el diosito del barrio, de la escuela, del lugar donde trabaja, etc. Tenemos la tendencia a sobrestimarnos, especialmente si sobresalimos en alguna área, tal actitud es fácilmente reconocida y aborrecida por nuestros semejantes. ¿Qué reacción producirá esto en Dios?

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