miércoles, 31 de diciembre de 2014

Burocracia espiritual | RPH 3759

por Cornelio Rivera


El hombre hace todo más complicado de lo que en realidad es. Si has hecho trámites en una oficina gubernamental, sabes de lo que hablo. El más sencillo comprobante o pequeña constancia requiere solicitud triplicada, en papel especial, autenticada por un escribano, con todos tus datos personales, familiares, ocupacionales, profesionales, escolares y cosas similares. Armado con todo esto, llévate un buen almuerzo para esperar en la fila y no perder el turno. Ponte zapatos cómodos para andar de oficina en oficina, consiguiendo firmas y sellos. Tal vez así, logres el trámite en un par de días, si no, paciencia; quizás en los próximos seis meses. Cuando ya no necesites lo que procuras obtener, te lo darán. 

Recuerdo los años cuando, siendo extranjeros en cierto país, con mi familia tramitábamos los permisos. Muchas fueron las horas en varias oficinas; así somos los humanos, no solo la burocracia gubernamental. Todos tendemos a complicar lo que es fácil, así sucede también en lo espiritual. Se cree que entre más hagamos, mayor la seguridad en obtener los beneficios de Dios. La cultura hispana, equivocadamente piensa que guardando una serie de sacramentos, se reciben las bendiciones divinas. Se ha hecho de Dios un burócrata espiritual, que impone reglas, regulaciones y requisitos y que complica nuestro acercamiento a Él. 

Dios nos parece ser prácticamente inaccesible, alejado, separado por muchos complicados obstáculos. Sin embargo, Dios no quiere impedir que llegues a Él, al contrario, Él ha provisto la forma más apropiada y directa para que te acerques a Él. Jesús dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros… y vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis… y vosotros sabéis el camino. Yo soy el camino, la verdad y la vida… y al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 14:2-4, 6; 6:37). Dios, en Cristo, te facilita el acceso a Él, es cuestión de creer y no de hacer, es cosa de fe y no de cumplir con regulaciones.

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viernes, 26 de diciembre de 2014

Casa y comida | RPH 3736

por Cornelio Rivera


Es un sueño para muchos tener casa propia, cuatro paredes y un techo son suficientes. Si de madera o de adobe o cuan pequeña, no importa, ¡es casa propia! Pero muchos otros, no llegan a pensar en algo propio, porque no tienen ni donde pasar la noche, duermen en la calle, bajo un puente, con un cartón y un plástico, en cualquier lugar que ofrezca alguna protección del frío y la lluvia; para ellos su sueño es simplemente un lugar donde vivir. Más básica aun es la necesidad de alimento, no es extraño para muchos hacer del basurero de la ciudad, su hogar. Ahí viven, duermen, buscan algo para comer y para vender. Casa y comida son los elementos más fundamentales para todos, estas cosas, hacen la diferencia entre vivir y apenas existir, entre la salud y la enfermedad, la satisfacción y la intranquilidad, y muchas veces, entre la vida y la muerte. 

Estas necesidades básicas para la vida son muy importantes, así también, Dios nos recuerda de la importancia de la seguridad de la morada y sustento que Él provee para vida eterna. Lo físico, aunque importante, es temporal, lo otro es espiritual y eterno. Dice la Biblia: "Si nuestra morada terrestre, este tabernáculo se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Co. 5:1). Ese tabernáculo, sujeto a deshacerse, es el cuerpo físico. Su muerte no significa el fin para los que han confiado en el Hijo de Dios, sino la oportunidad para pasar a la presencia de Dios, quien les dará una nueva morada, un cuerpo resucitado que vivirá eternamente. 

Mientras tanto, Jesucristo ofrece el alimento para vida eterna. Él dijo: "yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre" (Jn. 6:51). Sea que tengas o no lo necesario para vivir físicamente en la tierra, necesitas obtener la casa y la comida más importante. Ahora, prácticamente puedes vivir en cualquier lugar y comer cualquier cosa, pero para la eternidad solo hay un lugar seguro y un alimento que sustenta; Dios los provee en la persona de Jesucristo. ¿Tienes tu propia casa y comida espiritual?

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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Una sola vez | RPH 3735

por Cornelio Rivera


Hay que lavar los platos, la ropa tienes que quitártela y lavarla para poder volverla a usar, hay que limpiar la casa: barriendo, lavando los pisos y desempolvando los muebles. También necesitamos higiene personal, un baño, una ducha. Olvídalo, y las narices de aquellos con quienes te relacionas sabrán que no eres muy amigo del agua y del jabón. Lo que se expone a la suciedad, hay que lavarlo periódicamente.

La suciedad da mal aspecto, puede producir deterioro, interrumpir el buen funcionamiento de algo y puede ocasionar enfermedades. Pero se requiere tiempo y esfuerzo para la limpieza, aun con aparatos modernos, hay que poner algo de nuestra parte. ¡Qué fantástico sería si la rutina y trabajo de la limpieza pudiera llevarse a cabo de una vez por todas! ¡Lavar la ropa, los platos y los pisos, una sola vez! ¡Qué bien! ¡El tiempo y molestia que nos ahorraríamos! Y para los que no son amigos del agua, una sola ducha en la vida. Sin embargo, la limpieza necesita constancia; también la limpieza espiritual. 

Dios dijo a Jerusalén (Israel): "Lava tu corazón de maldad, para que seas salva" (Jer. 4:14). El pecado del hombre, es la suciedad que nos impide ser aceptables ante la resplandeciente pureza y Divina Majestad. Por eso, Dios sometió a Israel a la limpieza espiritual, proveyendo el sistema de sacrificios. Con ellos, la sangre del animal en sustitución del pecador, hacía posible la limpieza del pecado, pero así como hay que lavar la ropa constantemente o tomar un baño, antiguamente había que hacer sacrificios continuamente. Semana tras semana, mes tras mes, se ofrecían sacrificios para ser limpios de pecado. Año tras año, el sacerdote entraba al lugar santísimo con un sacrificio para que los pecados del pueblo fuesen lavados y perdonados. 

¡Habría sido bueno haber limpiado los pecados de una vez por todas! ¡Eso es posible hoy! Declara la Biblia que: "Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. Antiguamente, los sacerdotes ofrecían sacrificios a diario, pero Cristo, una vez para siempre, un solo sacrificio por los pecados" (Heb. 9:27-28; 10:10-12). Tú puedes tener una limpieza espiritual de una vez por todas, teniendo fe en la expiación que Jesús hizo por ti.

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jueves, 18 de diciembre de 2014

Reconciliación | RPH 3734

por Cornelio Rivera


"¡Jamás le perdonaré!". Son palabras que has escuchado o quizás pronunciado. Tal vez has dicho: "Yo perdono, pero no olvido". Palabras dichas como resultado de enemistades, indiferencias, divorcios, fricción, pleitos, disputas, y hasta asesinatos y guerras. Entre pandilleros hay venganza; un día muere uno y al día siguiente dos del otro bando, y la matanza sigue. ¿No son estas cosas versiones amplificadas de lo personal y familiar? 

En casa, en el vecindario, ahí donde trabajas o en la escuela, en todos estos lugares existen rencillas que se convierten en situaciones irreconciliables. Discordias entre personas y entre familias, entre hermanos, padres e hijos, parientes, vecinos y entre compañeros de trabajo. Todo por la inhabilidad del ofendido, para perdonar y olvidar lo que hizo el ofensor. Pero también impide la reconciliación el ofensor que rehúsa reconocer su falta y la necesidad de enmiendas. La inflexibilidad, en uno o en ambos, alimenta la fricción y enemistad.

Hay también fricción entre Dios y el hombre, Dios es el ofendido, el hombre el ofensor. Dios, que es santo y perfecto, no puede ignorar la ofensa sin castigo. El hombre, con orgullo, rehúsa aceptar su error. Dice la Biblia que la mente humana, en su estado natural, está en enemistad con Dios (Ro. 8:7). A algunas iglesias, Jesús les dice tener ciertas cosas "contra" ellas (Ap. 2:4, 14, 20). Dios llama a Israel: "Rebeldes… por lo cual se les volvió enemigo, y peleó contra ellos" (Isa. 63:10). Ante tal hostilidad, ¿podrá haber reconciliación entre Dios y el hombre? 

Dios proveyó para perdonar la ofensa del hombre, requiriendo al ofensor, reconocer su falta y sacrificar un cordero o becerro. Dios aceptaría esa muerte en substitución del ofensor, quien recibiría reconciliación. Hace dos mil años, Dios hizo una mejor provisión, Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn. 1:29), y se nos explica que por su muerte somos reconciliados (Col. 1:21-22). Dios es el ofendido, nosotros los ofensores, pero Él perdona y ofrece reconciliación si tan solo reconocemos nuestro pecado y ofensa, y nos acercamos a Él, aceptando el sacrificio ya hecho por Cristo. Él hizo su parte, haz tú ahora la tuya.

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lunes, 15 de diciembre de 2014

El llamado divino | RPH 3733

por Cornelio Rivera


Hay sonidos que instantáneamente reconocemos: la sirena de la ambulancia indica una emergencia médica y la alarmante bocina del carro de bomberos, un incendio. Otros sonidos, con su monotonía, nos relajan y nos ayudan a dormir, como por ejemplo la lluvia que cae continuamente o el constante estallido de las olas contra la playa y las rocas. Hay sonidos que nos hace sobresaltar al irrumpir súbitamente: una explosión, un fuerte e inesperado golpe o un avión sobrevolando a baja altitud. Hay sonidos de alegres celebraciones, entusiasta aprobación o de jocosa diversión, en contraste, reconocemos lo que comunica tristeza, angustia o violencia. 

Otros sonidos nos hacen responder a lo que nos indican: la alarma del reloj nos dice que ya es hora de levantarse, el repicar del reloj de pared anuncia la hora del trabajo o de la escuela, el teléfono insiste en que lo levantemos, los timbrazos en la escuela te dicen que una clase comienza y después te anuncia que termina, el silbato de la fábrica les deja saber a los empleados el inicio y el cese de sus labores. Por todo esto y mucho más, se puede decir que los sonidos son parte importante de la vida.

En un tiempo, Dios llamaba a su pueblo con la trompeta, que en realidad era un cuerno de carnero. Varias veces en el año los hacían sonar, llamándoles a reunirse y conmemorar algo que Dios había hecho en su favor. En el mes séptimo, el cuerno les llamaba a celebrar el perdón de pecados, la provisión divina en el viaje a la tierra prometida y también la provisión estando ellos ya en Canaán. Todo comenzó cuando Dios les instruyó en el Sinaí a acercarse y presentarse ante Él cuando escuchasen cierto sonido, ese sonido, les llamaba a entrar a la presencia divina (Ex. 19:13, 16, 19). 

Hoy, Dios no nos llama con trompeta, pero sí nos llama con el evangelio (2 Ts. 2:14). Jesucristo dice en el libro de Apocalipsis, "He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él…" (Ap. 3:20). No dejes que su llamado, expresado en la Biblia y en el evangelio, sea en vano. No seas como aquellos de quienes Jesús dijo: "ustedes no quieren venir a mí para que tengan vida" (Jn. 5:40), porque su promesa es "al que a mí viene, no le hecho fuera" (Jn. 6:37).

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lunes, 8 de diciembre de 2014

Agradecimiento | RPH 3732

por Cornelio Rivera


Leí acerca de un doctor que daba una extraña receta a sus pacientes preocupados, atemorizados, desanimados o inseguros de sí mismos. Por seis semanas les instruía que le diesen las gracias a cualquiera que les hiciera un favor. Y para demostrar genuino agradecimiento, que dieran gracias con una sonrisa. Se reporta que la mayoría obtuvo mejoría. Dar gracias en forma genuina, es algo de lo que muchas veces nos olvidamos, pero es algo muy importante, tanto para quien recibe el beneficio, que debe estar agradecido, como para quien provee el beneficio, a quien debe reconocérsele su acción. 

Ese mismo artículo menciona una tribu indígena, cuyo lenguaje no posee una palabra para decir "gracias", pero alguien quien trabajó ayudando a esa tribu observó que ellos demostraban agradecimiento. En vez de decir gracias, acostumbran a corresponder a cada favor o bondad, con una acción similar o de mayor valor o beneficio. En vez de tan solo decir "gracias", demostraban agradecimiento con acciones que genuinamente comunicaban su sentir y el reconocimiento de la importancia de lo que la otra persona había hecho por ellos. Si es importante que seamos verdaderamente agradecidos con nuestros semejantes, imagínate cuan crucial es entonces, que demos y demostremos agradecimiento a Dios, de quien la Biblia nos dice que Él es el dador de toda buena dádiva y don perfecto (Stg. 1:17).

Cuando diez leprosos vieron a Jesús, exclamaron desde lejos: "¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!…. al despedirles…mientras ellos caminaban, su lepra fue limpiada. Uno de ellos se volvió glorificando a Dios, y se postró a los pies de Jesús, dándole gracias. Jesús preguntó: ¿No son diez los limpiados? ¿Y los nueve, dónde están?” (Lc.17:12-17). Solo uno dio gracias y lo expresó con palabras y con genuina adoración, postrándose ante su ayudador. Si Dios ha hecho algo por ti, Él espera no solo “gracias” de tus labios, sino también una demostración genuina de que, reconociendo su grandeza y su poder te rindes ante Él. Dice la Biblia: "Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús" (1 Ts. 5:18). Nuestra expresión de agradecimiento o falta de ella, indica nuestra verdadera relación con Dios.

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lunes, 1 de diciembre de 2014

Seguridad | RPH 3731

por Cornelio Rivera


Hay seguros contra incendio, seguros de vida, médicos, automovilísticos y seguros contra muchas otras cosas. Pero vivimos constantemente inseguros, entre más problemas, más inseguridad. Aunque hemos experimentado alguna pequeña mejoría en la estabilidad política, cosas como la perpetua corrupción gubernamental y empresarial, el caos económico, la delincuencia común, la proliferación del sida, los problemas escolares, la inestabilidad familiar, la escasez de trabajo, la pobreza y otras inquietudes, mantienen a la población descontenta e insegura. 

Obviamente hay excepciones, pero para muchos el futuro es incierto, pocos pueden planear con algún sentido de seguridad y confianza. ¡Cuán importante es tener alguna seguridad! Pero, que se base en la realidad de lo que se pueda experimentar y no en un optimismo falso, motivado por la esperanza en algún político. Sin embargo, a pesar de la incertidumbre que puedas tener en tu trabajo, en tu familia, tu negocio, tus planes, tu salud o en cualquier otra área, hay algo en lo que puedes, sin lugar a dudas, tener absoluta certeza, completa seguridad, confianza total. 

El Apóstol Pablo también afrontó mucha incertidumbre. Él dijo haber experimentado: "cárceles, peligros de muerte, azotes con varas, naufragios, peligros de ríos, de ladrones, peligros en la ciudad, en el desierto, en el mar, peligros entre falsos amigos, trabajo y fatiga, desvelos, hambre y sed, frío y desnudez" (2 Co. 11: 23-28). Todo esto y más de lo que hoy nos aflige, Pablo lo experimentó. Pero, varias veces él usó la expresión: "estoy seguro", y aseveró que se consideraba vencedor (Ro.8:37-39). ¿Seguridad y victoria? ¿Cómo es esto? Escucha sus palabras: "estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:38-39). Y agregó: "yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día" (2 Ti. 1:12). Seguridad de victoria en las inquietudes presentes y certeza en el futuro eterno. Todo eso, depende del poder de Jesucristo.

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