lunes, 15 de diciembre de 2014

El llamado divino | RPH 3733

por Cornelio Rivera


Hay sonidos que instantáneamente reconocemos: la sirena de la ambulancia indica una emergencia médica y la alarmante bocina del carro de bomberos, un incendio. Otros sonidos, con su monotonía, nos relajan y nos ayudan a dormir, como por ejemplo la lluvia que cae continuamente o el constante estallido de las olas contra la playa y las rocas. Hay sonidos que nos hace sobresaltar al irrumpir súbitamente: una explosión, un fuerte e inesperado golpe o un avión sobrevolando a baja altitud. Hay sonidos de alegres celebraciones, entusiasta aprobación o de jocosa diversión, en contraste, reconocemos lo que comunica tristeza, angustia o violencia. 

Otros sonidos nos hacen responder a lo que nos indican: la alarma del reloj nos dice que ya es hora de levantarse, el repicar del reloj de pared anuncia la hora del trabajo o de la escuela, el teléfono insiste en que lo levantemos, los timbrazos en la escuela te dicen que una clase comienza y después te anuncia que termina, el silbato de la fábrica les deja saber a los empleados el inicio y el cese de sus labores. Por todo esto y mucho más, se puede decir que los sonidos son parte importante de la vida.

En un tiempo, Dios llamaba a su pueblo con la trompeta, que en realidad era un cuerno de carnero. Varias veces en el año los hacían sonar, llamándoles a reunirse y conmemorar algo que Dios había hecho en su favor. En el mes séptimo, el cuerno les llamaba a celebrar el perdón de pecados, la provisión divina en el viaje a la tierra prometida y también la provisión estando ellos ya en Canaán. Todo comenzó cuando Dios les instruyó en el Sinaí a acercarse y presentarse ante Él cuando escuchasen cierto sonido, ese sonido, les llamaba a entrar a la presencia divina (Ex. 19:13, 16, 19). 

Hoy, Dios no nos llama con trompeta, pero sí nos llama con el evangelio (2 Ts. 2:14). Jesucristo dice en el libro de Apocalipsis, "He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él…" (Ap. 3:20). No dejes que su llamado, expresado en la Biblia y en el evangelio, sea en vano. No seas como aquellos de quienes Jesús dijo: "ustedes no quieren venir a mí para que tengan vida" (Jn. 5:40), porque su promesa es "al que a mí viene, no le hecho fuera" (Jn. 6:37).

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

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