viernes, 24 de julio de 2015

Necesidad que necesita respuesta | RPH 3824

por Cornelio Rivera


En un experimento se investigaba la disponibilidad de la gente para ayudar a otros, el resultado de dicho experimento fue emitido en la televisión. Para realizar la investigación, un hombre ciego, con anteojos oscuros y un bastón, fue dejado en una esquina muy transitada. El objetivo era saber cuánto tiempo tomaría hasta que alguien le ayudara a cruzar la calle. En esa ciudad grande, decenas tras decenas de personas atravesaban la calle, muchos de ellos se pararon a la par del ciego para esperar la señal del semáforo; nadie, por un espacio de varios minutos, hizo el menor intento para responder a la necesidad. Fue hasta después de un largo tiempo, que alguien se le acercó y le dijo: "ahora puede cruzar." 

Muchos de los que por allí pasaron, quizás, así son en todo, jamás ponen interés en los demás para ayudarles. Otros, seguramente estaban tan concentrados en lo que hacían o pensaban, tan apurados para llegar a donde iban, que simplemente no se percataban de la necesidad, que enfrente de ellos, demandaba atención personal inmediata. Otro experimento fue hecho con una persona impedida que no podía doblar una rodilla, a quien se le cayeron algunos papeles. Mientras él hacía toda clase de intentos para recoger los papeles, la gente pasaba, pero nadie se paraba a ayudarle. 

¿Cómo respondes a las necesidades a tu alrededor? ¿Estamos tan ocupados con lo nuestro, tan concentrados en lo personal que no tomamos ni siquiera unos segundos, para responder a las obvias necesidades enfrente de nuestros propios ojos? ¡Qué alivio cuando alguien responde a nuestras necesidades! 

En efecto, todos tenemos una necesidad espiritual urgente. Dios, pudiendo resolverla, no la elude ni vacila en contestar. Jesús dijo a un líder religioso llamado Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:7). Explica la Biblia, que todos los seres humanos, aunque vivos físicamente, estamos espiritualmente muertos delante de Dios en nuestros pecados (Ef. 2:1). Dios responde a la necesidad espiritual cuando el que cree es hecho hijo de Dios, siendo renacido por el poder de su Palabra (1 P.1:23). Los seres humanos no llenamos las expectativas de otros en sus necesidades, pero Dios sí responde a tu necesidad.

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jueves, 16 de julio de 2015

Perpetuando el error | RPH 3823

por Cornelio Rivera


¡Cuán difícil es reconocer el error o problema! No es fácil para un alcohólico decir: "Es cierto, tienes razón, tengo un problema que me daña físicamente y causa dificultades en mi hogar; ¡necesito ayuda!". Generalmente la actitud es: "No, yo sé cómo manejar esto, cuando quiera, puedo dejar de beber". Trata de convencer al drogadicto de que está arruinando su vida, y eso será como toparse con un muro. El que habitualmente llega tarde al trabajo, siempre tiene una excusa que considera razonable y le es prácticamente imposible reconocer su inhabilidad para programar su tiempo. En esto último, los hispanos usamos la excusa de que así es "nuestra cultura".

Sin reconocer nuestro error o problema, todo continúa como está, sin posibilidad de corrección. Hablando con alguien le hice ver que su forma de expresarse, generalmente agravaba las situaciones, que necesitaba pensar bien antes de reaccionar impulsivamente. Pero exhibiendo su impulsividad, sin considerar mi recomendación, reaccionó a la defensiva. Sin reconocer, aun la posibilidad de tener algún problema con su actitud, se enfadó y fue a buscar a alguien con quien quejarse. Todo continúa igual, diciendo impulsivamente lo que no debe decir cuando no debe decirlo; sin reconocer una falta, no hay corrección. El borracho sigue así, mientras no reconoce su desdichada condición, el drogadicto destruye su mente o su vida. El que continúa llegando tarde al trabajo, arriesga que lo despidan. No reconocer errores causa dificultades. 

Así también, no reconocer nuestro problema espiritual, hace perpetuar ese problema ante Dios. A Israel, Dios le dijo: Reconoce, tu maldad; contra Dios has prevaricado… y no oíste su voz… ” (Jer. 3:13). El apóstol Pablo escribe: “…No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Co. 6:9-11). Dios corrige nuestra situación, cuando aceptando y reconociendo nuestro error, acudimos a Él.

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