miércoles, 24 de junio de 2015

La más importante decisión | RPH 3822

por Cornelio Rivera


¡Siempre hay decisiones que tomar! Algunas son poco importantes: ¿qué sabor de helado quieres: vainilla, chocolate o fresa? Otras decisiones te afectan un poco más, hay amenaza de lluvia, pero decides irte de paseo o al campo de fútbol, luego cae el aguacero y te resfrías. Entonces lamentándote, entre estornudos, comentas que no debiste haber ido, que fue una mala decisión. Lo bueno es que no es ni el fin del mundo ni el tuyo tampoco, pues te recuperas y todo pasa. 

Otras decisiones son más serias: ¿estudiarás para el examen o irás a la fiesta?, ¿aceptarás el trabajo que te ofrecen o pondrás tu propio negocio? Existen también algunas decisiones que afectan el resto de tu vida: ¿te casas o no, con fulana o sultana, con ese señor viudo o con esa señora divorciada? Hay toda clase de circunstancias en las que tendrás que decidir; con lo que decidas tendrás que vivir por el resto de tu vida. A la vez, esto involucrará a otros con quienes tu vida estará íntimamente ligada. 

Hay decisiones trascendentales que involucran la salud y que pueden ser cuestión de vida o muerte. Cuando mi esposa enfermó súbitamente, la llevé a la sala de emergencias del hospital en estado inconsciente. El especialista me dijo que era necesario operar inmediatamente, la decisión estaba prácticamente hecha, lo único que necesitaba era firmar autorizando la cirugía. Esa decisión afectó mi vida en forma positiva, pudiendo gozar de la presencia y del amor de mi esposa y de tres hijos que nacieron después de esa operación. Hay diversos niveles de importancia en las decisiones que harás en tu vida, pero la más importante es la que harás acerca de tu relación con Dios y tu destino eterno. 

Josué fue un hombre que desafió al pueblo de Israel a tomar una decisión diciéndole: "Ahora, pues, temed a Dios y servidle con integridad y en verdad… y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres… escoged hoy a quien serviréis… yo y mi casa serviremos a Dios" (Jos. 24:14-15). También tú necesitas hacer esa decisión.

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miércoles, 17 de junio de 2015

Confiando en mí mismo | RPH 3821

por Cornelio Rivera


Un niño busca la ayuda de papá o mamá con cosas difíciles, pero al ir creciendo, adquiere conocimiento y facilidad en lo que hace. Su autoconfianza aumenta, su dependencia de otros disminuye, la habilidad de valerse por sí mismo le da un sentido de seguridad. El pequeño comienza dando sus primeros pasos asido de la mano o agarrado de una mesa, una silla o de cualquier objeto para no caerse. Pronto da dos o tres pasitos sin sujetarse de nada o de nadie. Después, tambaleándose y cayéndose con frecuencia, se anima más y quiere caminar solo. 

En poco tiempo, no solo camina sino que corre, con confianza, ya no busca de quien sujetarse. Ha aprendido que para caminar, y aun correr, no tiene que valerse ni de papá, ni de mamá, ni de nadie. Cuando pones las manos en el volante por primera vez tienes temor, salir a las calles en medio del tráfico y maniobrar entre otros automóviles te pone nervioso. Pero, después de unas cuantas veces y unos cuantos sustos, desarrollas confianza y seguridad. Con el tiempo, conducir un auto te resulta de lo más fácil y natural. 

Confianza en nosotros mismos y en nuestra habilidad para las diversas cosas de la vida es algo natural y positivo, necesario y provechoso para el desarrollo normal en un mundo en el que, muchas veces, necesitamos funcionar independientemente. Aprender a funcionar en ciertas áreas te da confianza en tu propia habilidad para salir adelante. Sea lo escolar o académico, los negocios o las finanzas, la música o el teatro, la política, el trabajo vocacional o profesional, o cualquier área que hayas conquistado, te felicito por ese logro. 

Pero, hay algo en lo que ese sentido de habilidad y de confianza, espíritu de independencia y de poder hacerlo todo sin ayuda de nadie, tiene sus desventajas. Considera las palabras de Jesucristo cuando dijo: "Separados de mí nada podéis hacer" (Jn. 15:5). La esencia de hacerlo todo bien, según lo que Dios requiere, implica confianza duradera, fe y dependencia de la presencia de Dios en tu vida a través de la persona de Jesucristo.

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miércoles, 3 de junio de 2015

El padre ausente | RPH 3820

por Cornelio Rivera


¡Qué tragedia para la familia hispana! Millones de niños crecen con un padre ausente y entre los que sí le tienen en casa, pocos gozan de una relación saludable con papá. Es difícil recopilar estadísticas, pero lo que sucede con las familias hispanas en Estados Unidos, seguramente es muy similar a la realidad en toda Hispanoamérica. En 1995, el almanaque “Information Please Almanac” publicó que entre las familias hispanas de los Estados Unidos, una tercera parte sufre la ausencia del padre. 

Esto incide en lo social, educacional y económico, con el padre ausente, la madre es la única fuente de manutención para los niños. Ella, a menudo debe recurrir a la asistencia social, poner a los niños al cuidado de otros y luchar contra limitaciones que impiden, muchas veces, los beneficios de una sólida preparación escolar. Además, los niños son privados del amor, la instrucción, el ejemplo y la posibilidad de la influencia positiva del padre. ¿Y qué dice el refrán?: "de tal palo, tal astilla." El niño que crece sin su padre, posiblemente será también un padre ausente, así el ciclo continúa, perpetuándose en la desintegrada familia hispana. 

Muchos de nuestros problemas sociales se deben a la ausencia del padre del hogar. Aun estando presentes, muchos padres no ejercen una influencia adecuada sobre sus hijos. Muchos niños, en vez de respetar a papá, le tienen miedo; inseguridad en vez de confianza; en vez de experimentar amor, reciben reprensión y hasta desprecio. El desenvolvimiento erróneo tanto del padre ausente o desconocido, como el que está presente, son una tragedia con un efecto negativo en la vida de los hijos y del hogar. 

Si el padre ausente o indiferente produce múltiples problemas sociales, los problemas espirituales se deben a la ausencia del Padre, esto es, a la falta de la presencia de Dios, el Padre celestial. No que Él nos abandone, más bien que nosotros le rechazamos e impedimos Su presencia. Dios Padre quiere estar presente en tu vida, con relación a esto Jesús dijo: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Jn. 14:23).

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