martes, 31 de mayo de 2016

Hijo rechazado, padre ofendido | RPH 3878

por Cornelio Rivera


Ningún padre o madre ignora cuando otros golpean, ofenden o rechazan a sus hijos. ¿Te quedas callado cuando día tras día, tu pequeño llega a casa llorando porque en la escuela le han dado golpes? ¿Qué pasa si tu niño tiene algún impedimento y los demás se burlan de él? ¿Qué padre o madre no se molesta cuando los demás alumnos son invitados a la fiesta de un compañerito, excepto su hijo? 

Aún ya crecidos, lo que les pasa a nuestros hijos, sea positivo o negativo, nos afecta. Si algo bueno, nos gozamos, celebramos y nos llenamos de satisfacción. Si algo malo, nos preocupamos, lloramos, experimentamos su pena en nosotros mismos. Los hijos son una extensión de nuestra propia persona, el buen padre que ama a sus hijos, se identifica con ellos en todo. Más que el apellido, el vínculo se extiende a nuestro propio ser, lo que afecta a mis hijos, de alguna forma me toca a mí también.

Se cuenta que “Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo. Envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero… le golpearon, y le enviaron con las manos vacías. Envió a otro siervo; y… también, le golpearon y afrentaron… Envió… un tercer siervo; e igual, le echaron fuera, herido. Entonces el dueño de la viña dijo: Enviaré a mi hijo amado; quizás… a él, le tendrán respeto. Más los labradores… discutían entre sí, diciendo: este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra. Y le echaron fuera… y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros” (Lc. 20:9-16). Estas palabras enseñó Jesús acerca de su Padre, el dueño de la viña, de los profetas, los siervos enviados, y de sí mismo, el Hijo amado, despreciado y matado.

Ningún padre ignora el rechazo o el maltrato de su hijo. No lo haces tú, no lo hago yo, y puedes estar seguro, que tampoco lo hace Dios. ¿Cómo tratas tú a Su Hijo?



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lunes, 2 de mayo de 2016

Más tarde puede ser muy tarde | RPH 3875

por Cornelio Rivera


La anciana estaba moribunda, los hijos, en diversos lugares, recibieron el llamado de acudir al lecho de su madre. Ellos, ansiosamente se dirigieron a casa de ella, mientras viajaban, rogaban poder llegar a ver a su querida anciana viva todavía, para darle un último abrazo y decirle una última palabra. Al llegar, se reunieron alrededor de su lecho, miraron esas manos gastadas que tanto trabajaron por ellos, y la frente surcada de arrugas mostraba la larga trayectoria dedicada al cuidado y la preocupación de los suyos. En aquellos ojos, casi cerrados, vieron la expresión de cariño y dulzura que había siempre colmado sus vidas. 

Era imposible evitar las lágrimas y el sollozo, inclinándose, el mayor besó la cara de la anciana, diciéndole: "Madre querida, has sido tan buena con nosotros que queremos decirte cuanto te amamos y te agradecemos". Los ojos, casi cerrados, se esforzaron para abrirse, con un rostro iluminado, los labios que habían permanecido inmóviles, pronunciaron sus últimas palabras: "Gracias hijo, me conmueve saberlo, nunca me lo dijiste antes". ¡Cuán importante es expresar nuestro amor, devoción o agradecimiento, ahora!; más tarde puede ser muy tarde.

Apenas seis días antes de la crucifixión, sin imaginarse que era la última semana de Jesús en la tierra, sus discípulos le acompañaron a una cena en Betania, donde había resucitado a Lázaro. Allí estaban Lázaro y sus hermanas María y Marta. María, queriendo demostrar su devoción, amor, agradecimiento y sumisión a Jesús, ungió sus pies con un costoso perfume y los enjugó con sus cabellos (Jn. 12:3). A algunos, incluyendo a Judas Iscariote, les pareció un gasto exagerado e innecesario. Jesús, contemplando el corto tiempo que le quedaba en la tierra dijo: "Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto” (Jn. 12:7). María, de no haber hecho aquello en ese momento, después ya habría sido tarde. Ahora, somos nosotros los que partiremos a la eternidad, no sabemos si nos queda una semana, un mes, un año o quizás tan solo un día, ¿estamos expresando nuestra devoción a Dios y amor a los demás a nuestro alrededor? Más tarde puede ser muy tarde.



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