jueves, 5 de febrero de 2015

No hay superioridad | RPH 3768

por Cornelio Rivera


Considerarse mejor que otros es un mal universal. A un muchacho se le ocurrió comentar: “¿Cómo se sentirá ser feo?”. ¡Imagínate la opinión de sí mismo en relación a otros! Pero, es en lo racial o social donde más se expresa superioridad. En la India, las castas, supuestamente superiores, ejercen prominencia sobre las consideradas inferiores. Sentirse superior puede llevar hasta al genocidio, como los nazis que intentaron exterminar a los judíos, como los japoneses, que cometieron atrocidades contra los coreanos y chinos en el siglo XIX. Lo mismo ocurrió en la guerra civil de Estados Unidos, pues tuvo como trasfondo la esclavitud de las personas traídas de África. 

Hernán Cortés declaró no haber venido “a labrar la tierra como un peón", pues para los conquistadores, los pueblos originarios del nuevo continente eran inferiores. Estos labrarían la tierra, pero los recién llegados darían las órdenes. Al llegar los exploradores, la población nativa fue drásticamente reducida, tanto por las enfermedades que trajeron los conquistadores, como por la guerra para la conquista y por el maltrato del que fueron víctimas los pueblos autóctonos. 

Unos pocos intentaron defender a los nativos. Bartolomé de las Casas participó en el debate que preguntaba: “¿Tienen alma los nativos?”. En 1537 el Papa afirmó que sí, declarándoles humanos. Pero, ¿por qué el debate y la necesidad de una declaración papal? Sencillamente, porque los europeos se creían superiores. ¡Qué ironía! Bartolomé de las Casas, por defender a los nativos americanos, pidió importar personas de África para el trabajo forzado, del cual trataba de librar a los nativos. Millones de africanos, considerados inferiores, fueron llevados a toda América. 

Sentirse superior, racial, social o intelectualmente, produce trágicos resultados. Dios quiere que nos veamos como Él nos ve. Dice la Biblia: "Nadie tenga más alto concepto de sí del que debe tener, sino que piense de sí con cordura" (Ro. 12:3). Jesucristo expresó lo que Él desea en nosotros al decir: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los grandes ejercen potestad. Mas entre vosotros no será así; el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor” (Mt. 20:25-26). También dijo: “Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mt. 18:4).

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