miércoles, 22 de octubre de 2014

¿A quién pretendemos engañar? | RPH 3717

por Cornelio Rivera


“Las acciones gritan más fuerte que las palabras”. Lo que hacemos es más que lo que decimos y si lo que decimos es contrario a lo que hacemos, no hay palabras que justifiquen o invaliden nuestras acciones. El marido que nunca está en casa sino en la parranda, que no tiene tiempo para su esposa, que la ignora, ¿podrá su esposa creerle cuando dice que la ama? ¿Qué de la mujer que se la pasa de visita con las vecinas y desatiende su hogar? ¿Podrá convencer que es una buena esposa? Habrá que ser muy tonto para creerle. Cuando contradecimos nuestro hablar con nuestro actuar, pero insistimos en la veracidad de nuestras palabras, somos culpables de farsa o engaño y ofendemos a quien le pedimos que nos crea, tratándolo como que si fuese escaso de razón, falto de inteligencia, incapaz de discernir lo que está a plena vista. 

Dios dijo acerca de Israel: "este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí" (Is. 29:13). El pueblo que con su boca declaraba servir a Dios, lo negaba con su irreverente conducta, no que no fueran religiosos, pero todo era formalismo, ritualismo, tradición. De esta manera daban más importancia a lo externo, antes que a lo interno; sin ningún efecto en el corazón, ni en la vida. Además, Israel creyó engañar a Dios ofreciendo sacrificios de lo peor que tenía. Por eso Dios les dijo: "Maldito el que engaña… y que promete y sacrifica al Señor lo dañado, porque yo soy Gran Rey, dice el Señor” (Mal. 1:14). 

Era imposible engañar a Dios con los labios o con aparentar religiosidad, era ridículo y trágico procurar hacer creer a Dios que tenían una devoción real, auténtica y pura, cuando la conducta era rebelde y los sacrificios consistían de lo que les era inservible y que les sobraba. ¡Imagínate, querer embaucar al Dios omnisciente, conocedor de todo, como si se tratara de un ingenuo! ¡Increíble! Pero Dios les dijo: "No tengo complacencia en vosotros, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda" (Mal 1:10). 

En el mundo hispano los labios todavía mencionan a Dios y la religiosidad persiste. ¿Es tu vida una confirmación o una negación de lo que pretendes ser delante de Él? ¿A quién pensamos poder engañar?

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

Copyright © 2014 “El Camino de la Vida” | www.elcaminodelavida.org

Comparte en Whatsapp desde el Navegador de tu móvil

martes, 14 de octubre de 2014

Insensibles al amor divino | RPH 3716

por Cornelio Rivera


En la adolescencia se aprende mucho; es un tiempo cuando se es y al mismo tiempo no se es. Se es más que un niño, pero no todavía un adulto, en esta etapa se experimentan cambios físicos, emocionales, intelectuales y se aprende de la vida, de las personas alrededor, del ser humano en general, del mundo y sus problemas. Pero también se cree saberlo todo y tener la solución a toda dificultad, por eso existe la tendencia a rebelarse, porque con lo que se supone saber, se considera a los padres y a esa generación, ignorantes, anticuados, pasados de moda. No es mi propósito criticar al adolescente; todos pasamos por esa etapa, todos experimentamos algo similar.

Como adolescentes también hemos sido insensibles. La mamá puede estar cansadísima pero, ¿cuantos jóvenes se ofrecen para ayudar con el aseo de la casa? Con todo el esfuerzo paternal para proveer para la educación, las necesidades y aun los gustos de los adolescentes, ¿cuántos dicen?: "Gracias mamá y papá por lo que hacen por mí; sé que todo lo hacen porque me aman. Gracias". ¡Qué bueno que la etapa de insensibilidad pasa! El problema es grave, si dejando de ser adolescentes, permanecen tan insensibles y desapercibidos como que si nada hubieras hecho por ellos.

Le dijo Dios al pueblo de Israel: "Yo os he amado" (Mal.1:2). Pero, insensiblemente ellos preguntaron: "¿En qué nos amaste?”. En esos momentos eran como el adolescente insensible, que a pesar de todo lo que sus padres hacen por él, es incapaz de reconocer la motivación de amor. Pero Israel había sido objeto del amor divino por ya más de mil años, su etapa de adolescencia ya había pasado, ahora siendo adulto, era todavía insensible al amor divino.

Dios nos dice que te ha amado a ti y a mí y no solo a Israel. La Biblia lo afirma diciendo que: "de tal manera amó Dios al mundo que dio a su único hijo para que todo aquel que en él crea no se pierda, más tenga vida eterna" (Jn. 3:16). Y también que: "Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros" (Ro.5:8). ¿Entiendes esto? ¿Eres sensible a ese amor? ¿Has respondido demostrándole agradecimiento?

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

Copyright © 2014 “El Camino de la Vida” | www.elcaminodelavida.org

Comparte en Whatsapp desde el Navegador de tu móvil

martes, 7 de octubre de 2014

Insensibles | RPH 3715

por Cornelio Rivera


Leí de un niño que sufre de un raro trastorno del sistema nervioso, que le impide sentir dolor. Alguien dirá: “¡Qué bueno, vivir sin experimentar dolor! ¡Eso si está bien!”. Pero no, no está bien, porque el dolor es como una alarma que te informa del peligro. Los padres de este niño viven con el constante pánico de que algo pueda pasarle, peligrando su integridad física y que él no se dé cuenta. Se puede caer y romperse un brazo o una pierna, se puede cortar, puede quemarse, puede darse un serio golpe en la cabeza o en cualquier otra parte del cuerpo que le dañe un órgano interno, se puede enfermar, pero no puede decir "me duele". Por lo tanto, cuando el daño que le pueda suceder se descubre, puede ser muy tarde. Este niño es físicamente insensible al dolor y por lo tanto su integridad física peligra.
  
También la insensibilidad espiritual nos pone en peligro. Dios acusó a la gente por medio del profeta Malaquías de menospreciarle y deshonrarle, entonces ellos preguntaron: "¿En qué te hemos menospreciado, y en que te hemos deshonrado?" (Mal. 1:6-7). Aunque Dios les indicó claramente como era que habían fallado en esas y otras áreas, hubo en ellos insensibilidad en su proceder, incapacidad para reconocer su error y así permanecieron en el peligro del castigo divino.

Cuando se nos hace ver nuestro error, pero somos insensibles a ello, es común responder: “¿Quién? ¿Yo?”. Queriendo decir: “Yo no lo hice”. Es posible que al decirlo, haya sinceridad, no sabiendo que hemos cometido una falta. Pero la sinceridad no necesariamente implica inocencia, examinemos la evidencia, aceptemos nuestra responsabilidad y corrijamos el error.

Las palabras de Dios en la Biblia tienen como propósito hacernos reconocer el error y también hacernos regresar a Dios. Al decir la Biblia que: "Todos pecaron y han fallado en alcanzar la gloria de Dios" (Ro. 3:23), eso nos llama a reconocer, sensiblemente, que hay pecado en cada uno de nosotros, que aceptando esa realidad nos arrepintamos y que en sumisión y por fe aceptemos lo que Dios ha hecho en Cristo para perdonarnos. Sé sensible, deja que el pecado te duela, porque al dolerte reconocerás tu necesidad de sanidad espiritual.

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

Copyright © 2014 “El Camino de la Vida” | www.elcaminodelavida.org

Comparte en Whatsapp desde el Navegador de tu móvil

sábado, 27 de septiembre de 2014

Ser cristiano | RPH 3711

por Cornelio Rivera


Durante la llamada Guerra Fría, particularmente en los años cincuenta y sesenta se pensaba, particularmente en Norteamérica, que en lo que fue la Unión Soviética, todos o la mayoría eran comunistas. Ese concepto producía ciertas imágenes mentales en cuanto a la vida de las personas de ese lugar. Con la desintegración del bloque comunista en Europa Oriental, nos dimos cuenta que aquel concepto era erróneo. No todas las personas ni tampoco la mayoría eran comunistas, aunque vivían bajo ese sistema político y económico.

¿Qué de la palabra “cristiano”? ¿Eres tú cristiano porque vives en un país supuestamente cristiano? ¿Por qué llegamos a esa conclusión? ¿Es este un concepto correcto? ¿Son los países de habla hispana cristianos y por consiguiente somos todos cristianos? Latinoamérica escuchó por primera vez el nombre de Cristo cuando llegaron los españoles en 1492. Los habitantes originarios comenzaron a ser "convertidos" por la cruz o por la espada. Los caciques a través de todo el continente, fueron forzados a someterse a una religión íntimamente ligada al gobierno invasor. En lo que hoy es Cuba, el cacique Hatuay fue condenado a ser quemado y se le dijo que se convirtiera para que fuera al cielo.

–¿Hay cristianos en el cielo? –Hatuay preguntó.

–¡Desde luego que sí! –fue la respuesta.

Entonces, él dijo que no quería ir a ningún lugar donde tuviese que encontrarse con cristianos. Por un lado, surgió una religión que combinó aspectos de las creencias impuestas con las religiones nativas, algo que todavía hoy es prominente en algunas partes del continente. Por otro lado, apareció la que vino a ser prácticamente la religión oficial de los países del nuevo mundo, la misma se heredó de generación en generación como una fuerte tradición. La pregunta es: ¿nos hace cristianos creer en algunos aspectos del cristianismo? Y otra pregunta: ¿somos cristianos porque hemos heredado una tradición?

El énfasis de la Biblia es que aquellos que personalmente creen y por fe reciben a Cristo, son los considerados sus discípulos, hijos de Dios y por lo tanto cristianos. Dice la Biblia: "de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él" (Col. 2:6). Sin recibirle no puedes ser cristiano, ni vivir como cristiano.

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

Copyright © 2014 “El Camino de la Vida” | www.elcaminodelavida.org

Comparte en Whatsapp desde el Navegador de tu móvil

lunes, 22 de septiembre de 2014

El dominio propio | RPH 3710

por Cornelio Rivera


El emperador de Marruecos, Moulay Ismail, quien vivió en el siglo XVIII, engendró más de mil hijos e hijas. ¡Increíble! ¿Acaso tendría tiempo para algo más en su vida? Hay quienes dejan su sello en la historia con el récord que establecen o sobrepasan. En el mundo hispano, esas marcas conciernen a altos porcentajes de hijos ilegítimos, alcoholismo y el uso de drogas. Francamente, no necesitas tener diez, cinco o dos hijos ilegítimos para añadir problemas, tan solo un hijo fuera de tu matrimonio, complica las cosas para ti, para la madre y de alguna forma, para toda tu familia y la sociedad en general.

Tampoco necesitas ser extremista en cuanto a la ingestión de bebidas alcohólicas y al cigarrillo como para tener problemas de salud. Piensa en el costo, en la inversión y en la influencia que tales cosas ejercen sobre tus hijos. Damos gracias por los programas sociales, gubernamentales, cívicos o religiosos.

Sin embargo, hay una virtud personal que es más eficaz que cualquier esfuerzo social. Hablo de la templanza, palabra que el diccionario define con sinónimos como: moderación, continencia, sobriedad, temperancia. La Biblia lo llama dominio propio, es decir, que lejos de ser controlado por algo, tú estás en control de ti mismo. Pero eso no depende de tu propia determinación y fuerza de voluntad, controlando tu propio deseo o tendencia. Más bien, la Biblia menciona el dominio propio como el producto o fruto del Espíritu de Dios, es decir, como una manifestación sobrenatural.

Para controlar el apetito sexual, dominar ese vicio que te hace malgastar el dinero, para ponerle freno a esa lengua que dice lo que no debe y cerrar esa boca que no sabe cuándo debe callar, para ejercitar prudencia en la forma de reaccionar, para hacer todo esto, necesitas más que tu propio poder y determinación; necesitas la ayuda divina. El llamado de la Biblia es "someteos a Dios…, acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Stg. 4:7-8). La única forma de tener control sobre todo aquello, que por lo general ejerce control sobre ti, es rendirte completamente a Dios. Si haces eso, sí habrá control, no tu control, sino el de Dios.

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

Copyright © 2014 “El Camino de la Vida” | www.elcaminodelavida.org

Comparte en Whatsapp desde el Navegador de tu móvil

martes, 16 de septiembre de 2014

La mansedumbre | RPH 3709

por Cornelio Rivera


Cuando niño, en la escuela tenía un maestro de pequeña estatura, de tez trigueña y con un delgado bigote. Habían en la clase, dos alumnos de edad avanzada para el grado en el que estaban, tanto así, que sobrepasaban en estatura al maestro. Recuerdo también, que el maestro no toleraba ninguna contradicción o nada que él considerase falta de respeto. A veces, sin pensarlo dos veces, le daba una bofetada a cualquier alumno que le faltase el respeto, incluyendo a aquellos dos más grandes que él. Ahora, casi puedo ver su trigueño rostro enrojecido y con las venas del cuello casi saltando. Casi escucho su alterada voz exclamando que a él nadie le falta el respeto. ¿Conoces a alguien que fácilmente se altera y está listo para golpear, pelear, insultar y si es posible hasta para matar?

El primero en reaccionar así fue Caín, de quien se dice que "se ensañó, que decayó su semblante, que levantó su mano contra su hermano y lo mató" (Gn. 4:5, 8). Envidia, enojo, resentimiento, terquedad, todo eso causó aquella reacción. El rey Saúl, escuchando que celebraban a David por derrotar a Goliat, "se enojó en gran manera y le desagradó" lo que decían. Desde entonces, dice la Biblia, “Saúl no miró con buenos ojos a David" e intentó matarle.

¿Qué es lo que te enoja? ¿El rechazo, el orgullo dañado, tu autoridad desafiada, la desobediencia de tus hijos, la injusticia de tu jefe o de tu cónyuge? Venga de donde venga tu ira, dice la Biblia: "todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse, porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios" (Stg. 1:19-20). Tu enfado, aunque parezca muy justo, no es aceptable ante Dios. Jesús dijo: "aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón" (Mt.11:29).

La mansedumbre es todo lo contrario al enojo, la ira y la indignación. Pero esa virtud no la obtienes tan solo determinando que, de ahora en adelante ya no te vas a enfadar, ni vas a reaccionar en forma inapropiada. Lo que verdaderamente trae mansedumbre a tu vida es la presencia en ti de aquel que es incomparablemente manso. ¿Vive Él en ti?

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

Copyright © 2014 “El Camino de la Vida” | www.elcaminodelavida.org

Comparte en Whatsapp desde el Navegador de tu móvil

domingo, 7 de septiembre de 2014

La infidelidad | RPH 3708

por Cornelio Rivera


El escritor de un artículo de la revista Time, en su edición de agosto del año 1994, propuso la teoría de que la infidelidad matrimonial ya está en nuestros genes. O sea, que tu marido busca otras mujeres porque hacerlo, es parte de su constitución biológica. Lo mismo, dice el autor, sucede con las mujeres infieles. Estos genes, propone el autor, condicionan la mente y transmiten en forma hereditaria los pensamientos y razones para la infidelidad. Los proponentes de esta teoría son los llamados psicólogos evolucionistas. Las conclusiones se basan en la comparación entre el proceder de algunos animales y el de los humanos. El hombre, según esta teoría, es un animal.

La Biblia está en desacuerdo con esto, pero hay algo que en forma notable se aproxima a lo que la Biblia enseña. Por ejemplo, el autor menciona que la psicología evolucionista reconoce que "mucho de la naturaleza humana refleja un despiadado egoísmo congénito, al cual las personas por naturaleza no le ponen atención". Esto significa que el hombre, en su naturaleza, hereda la tendencia a pensar mayormente en sí mismo, algo tan normal para él, que ni siquiera se percata de ello; eso la Biblia lo enseña.

Pero mientras que el psicólogo evolucionista se basa en el proceso de la evolución y en la constitución del hombre como animal, la Biblia enseña que el hombre es un ser moral creado a la imagen de Dios, pero que debido al pecado y su rebelión, la naturaleza humana es básicamente egoísta, centrada en sí misma y en su propia satisfacción. La infidelidad en sí no se hereda biológicamente, lo que sí se hereda es la naturaleza humana, de la cual, la infidelidad, entre muchas otras faltas, es una manifestación del pecado en nosotros.

Dios es el ser fiel por excelencia y no hay fidelidad en los hombres aparte de la obra de transformación que Dios realiza en los que se entregan a Él por fe en Cristo Jesús. Mientras que la Biblia habla de los que desobedecieron a Dios como de "una generación perversa, e hijos infieles" (Dt. 32:20), por otra parte, se dirige a otros llamándoles "santos y fieles en Cristo Jesús" (Ef. 1:1). Tu compromiso con Dios por fe en Cristo, resulta en un cambio, no solo de tu infidelidad, sino de tu naturaleza en su totalidad.

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

Copyright © 2014 “El Camino de la Vida” | www.elcaminodelavida.org

Comparte en Whatsapp desde el Navegador de tu móvil