lunes, 22 de septiembre de 2014

El dominio propio | RPH 3710

por Cornelio Rivera


El emperador de Marruecos, Moulay Ismail, quien vivió en el siglo XVIII, engendró más de mil hijos e hijas. ¡Increíble! ¿Acaso tendría tiempo para algo más en su vida? Hay quienes dejan su sello en la historia con el récord que establecen o sobrepasan. En el mundo hispano, esas marcas conciernen a altos porcentajes de hijos ilegítimos, alcoholismo y el uso de drogas. Francamente, no necesitas tener diez, cinco o dos hijos ilegítimos para añadir problemas, tan solo un hijo fuera de tu matrimonio, complica las cosas para ti, para la madre y de alguna forma, para toda tu familia y la sociedad en general.

Tampoco necesitas ser extremista en cuanto a la ingestión de bebidas alcohólicas y al cigarrillo como para tener problemas de salud. Piensa en el costo, en la inversión y en la influencia que tales cosas ejercen sobre tus hijos. Damos gracias por los programas sociales, gubernamentales, cívicos o religiosos.

Sin embargo, hay una virtud personal que es más eficaz que cualquier esfuerzo social. Hablo de la templanza, palabra que el diccionario define con sinónimos como: moderación, continencia, sobriedad, temperancia. La Biblia lo llama dominio propio, es decir, que lejos de ser controlado por algo, tú estás en control de ti mismo. Pero eso no depende de tu propia determinación y fuerza de voluntad, controlando tu propio deseo o tendencia. Más bien, la Biblia menciona el dominio propio como el producto o fruto del Espíritu de Dios, es decir, como una manifestación sobrenatural.

Para controlar el apetito sexual, dominar ese vicio que te hace malgastar el dinero, para ponerle freno a esa lengua que dice lo que no debe y cerrar esa boca que no sabe cuándo debe callar, para ejercitar prudencia en la forma de reaccionar, para hacer todo esto, necesitas más que tu propio poder y determinación; necesitas la ayuda divina. El llamado de la Biblia es "someteos a Dios…, acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Stg. 4:7-8). La única forma de tener control sobre todo aquello, que por lo general ejerce control sobre ti, es rendirte completamente a Dios. Si haces eso, sí habrá control, no tu control, sino el de Dios.

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

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