martes, 7 de octubre de 2014

Insensibles | RPH 3715

por Cornelio Rivera


Leí de un niño que sufre de un raro trastorno del sistema nervioso, que le impide sentir dolor. Alguien dirá: “¡Qué bueno, vivir sin experimentar dolor! ¡Eso si está bien!”. Pero no, no está bien, porque el dolor es como una alarma que te informa del peligro. Los padres de este niño viven con el constante pánico de que algo pueda pasarle, peligrando su integridad física y que él no se dé cuenta. Se puede caer y romperse un brazo o una pierna, se puede cortar, puede quemarse, puede darse un serio golpe en la cabeza o en cualquier otra parte del cuerpo que le dañe un órgano interno, se puede enfermar, pero no puede decir "me duele". Por lo tanto, cuando el daño que le pueda suceder se descubre, puede ser muy tarde. Este niño es físicamente insensible al dolor y por lo tanto su integridad física peligra.
  
También la insensibilidad espiritual nos pone en peligro. Dios acusó a la gente por medio del profeta Malaquías de menospreciarle y deshonrarle, entonces ellos preguntaron: "¿En qué te hemos menospreciado, y en que te hemos deshonrado?" (Mal. 1:6-7). Aunque Dios les indicó claramente como era que habían fallado en esas y otras áreas, hubo en ellos insensibilidad en su proceder, incapacidad para reconocer su error y así permanecieron en el peligro del castigo divino.

Cuando se nos hace ver nuestro error, pero somos insensibles a ello, es común responder: “¿Quién? ¿Yo?”. Queriendo decir: “Yo no lo hice”. Es posible que al decirlo, haya sinceridad, no sabiendo que hemos cometido una falta. Pero la sinceridad no necesariamente implica inocencia, examinemos la evidencia, aceptemos nuestra responsabilidad y corrijamos el error.

Las palabras de Dios en la Biblia tienen como propósito hacernos reconocer el error y también hacernos regresar a Dios. Al decir la Biblia que: "Todos pecaron y han fallado en alcanzar la gloria de Dios" (Ro. 3:23), eso nos llama a reconocer, sensiblemente, que hay pecado en cada uno de nosotros, que aceptando esa realidad nos arrepintamos y que en sumisión y por fe aceptemos lo que Dios ha hecho en Cristo para perdonarnos. Sé sensible, deja que el pecado te duela, porque al dolerte reconocerás tu necesidad de sanidad espiritual.

[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]

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