por Cornelio Rivera
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El desarrollo de una vida normal se basa en dos cosas íntimamente ligadas: relaciones y responsabilidades. Las relaciones con otros son imposibles de evitar a menos que vivas totalmente aislado de los demás. Es sumamente difícil desenvolverse por sí solo, quizás un ermitaño pueda hacerlo por un tiempo, pero eso es la excepción y no la regla, no lo normal, no lo natural. Cada quien necesita una relación con otros, eso permite llenar nuestras necesidades emocionales, espirituales, materiales, económicas y de cualquier otra índole. Pero cada relación, íntima, cercana, ocasional o distante, conlleva en sí alguna forma de responsabilidad.
Las responsabilidades derivadas de las relaciones con nuestra familia son obvias y bien conocidas. Pero, también las relaciones con otros miembros de la comunidad representan responsabilidades. Aquel de quien adquieres tus provisiones, tus víveres y cualquier otro producto, espera que cumplas con la responsabilidad de pagarle lo que compras. Si tú eres el que vende los productos a otros, tu responsabilidad es proveerles algo que en realidad represente el precio que te pagan. Como empleado tienes responsabilidad con tu jefe, y si eres jefe no estás exento de obligación para con tus empleados. Como estas, hay una multitud de otras relaciones en las que el aspecto de responsabilidad es una parte íntegral.
Mientras las responsabilidades se cumplen, las relaciones se mantienen saludables y la vida se desarrolla en forma ideal; en paz. Esto debe ser lo normal, sin embargo, la triste realidad es que en muchas relaciones alguien falla en su responsabilidad. Esto da lugar a conflicto, fricción y hasta a un rompimiento de la relación, transformándose en una situación hostil. Falta de paz debido a una relación rota y a la falla en la responsabilidad, es lo que predomina en nuestro mundo a todo nivel: personal, familiar, laboral, escolar, gubernamental, nacional e internacional.
Aunque nos hemos acostumbrado a vivir en conflicto, eso no debe ser lo normal; eso no es lo que Dios desea. La Biblia promete que: "Hay un final dichoso para el hombre de paz" (Sal. 37:37). Cuando el nacimiento de Jesús fue anunciado a los pastores, la hueste de ángeles proclamó: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres" (Lc. 2:14). Dios desea dar "gloria, honra y paz a todo el que hace lo bueno" (Ro. 2:10). Y la exhortación que se hace en el libro de Romanos es: "Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, estén en paz con todos los hombres" (Ro. 12:18).
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