por Cornelio Rivera
¡Lo prometido es deuda! ¡Un contrato es un contrato! Pones tu firma en un papel y de esa forma te comprometes. Si especificas que harás pagos mensuales por algo que compraste, es tu honor, tu nombre, tu persona lo que está en juego. Tú recibes tu compra y no hay nada aparte de tu cumplimiento que pueda poner fin al compromiso.
Si compras una casa a crédito, firmas un contrato prometiendo hacer los pagos a tiempo todos los meses, luego la compañía la construye y te la entrega. Si después decides mudarte, alquilar la casa, venderla a otra persona o sencillamente abandonarla, nada de lo citado te exime de tu promesa de pago. Tú continúas siendo responsable del contrato, si no cumples, es tu reputación la que se daña, te das a conocer como mal pagador y tu palabra sufre desprestigio. Son muchos los que sin importarles lo prometido, no cumplen y tratan de zafarse del compromiso.
Dios hizo un contrato con Abraham. Y dice la Escritura, “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Núm 23:19). Dios le prometió a Abraham un hijo, el compromiso de Abraham era creer y así ocurrió, la promesa fue cumplida porque Abraham engendró a Isaac. Consecuentemente, la descendencia creció y formó la nación de Israel. Pero Dios extendió la promesa diciéndole: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gén 22:18).
Según la promesa divina, toda nación, incluyendo tu país, tu gente, tu familia y tú mismo, recibirían bendición a través de la descendencia de Abraham. “¿Cómo es esto?”, preguntas tú; “¿Cómo puede Israel, simiente de Abraham bendecirme?”. Explica la Biblia que en Jesucristo, un descendiente de Abraham, la bendición prometida alcanza a las naciones, a fin de que por la fe reciban la promesa. Abraham, por fe creyó la promesa y fue bendecido, así también cualquier persona en la actualidad, de cualquier nación, al creer por fe en el Hijo de Dios, recibe la promesa y la bendición. Dios no ha fallado, sino que sin fe, no hay promesa ni bendición. ¿Tienes tu fe en Jesucristo?
[ Puedes escuchar la reflexión dando clic aquí (se abrirá una pestaña nueva) ]
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Dios hizo un contrato con Abraham. Y dice la Escritura, “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Núm 23:19). Dios le prometió a Abraham un hijo, el compromiso de Abraham era creer y así ocurrió, la promesa fue cumplida porque Abraham engendró a Isaac. Consecuentemente, la descendencia creció y formó la nación de Israel. Pero Dios extendió la promesa diciéndole: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gén 22:18).
Según la promesa divina, toda nación, incluyendo tu país, tu gente, tu familia y tú mismo, recibirían bendición a través de la descendencia de Abraham. “¿Cómo es esto?”, preguntas tú; “¿Cómo puede Israel, simiente de Abraham bendecirme?”. Explica la Biblia que en Jesucristo, un descendiente de Abraham, la bendición prometida alcanza a las naciones, a fin de que por la fe reciban la promesa. Abraham, por fe creyó la promesa y fue bendecido, así también cualquier persona en la actualidad, de cualquier nación, al creer por fe en el Hijo de Dios, recibe la promesa y la bendición. Dios no ha fallado, sino que sin fe, no hay promesa ni bendición. ¿Tienes tu fe en Jesucristo?
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