por Cornelio Rivera
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El ser humano tiende a ignorar los llamados o advertencias que se le hacen, la historia ilustra cuan peligroso es eso. En agosto del año 2005, se advirtió a la población de Nueva Orleans, en los Estados Unidos, que evacuara la ciudad, pues se avecinaba un huracán. Muchos respondieron, pero muchos otros no lo hicieron. La prensa criticó fuertemente al gobierno por su lentitud en responder a las necesidades de los damnificados, sin considerar la gigantesca tarea de rescate, la cual habría sido más manejable si la gente hubiese respondido al llamado de evacuación.
Otras veces, las mismas autoridades son quienes no responden a las solicitudes de ayuda. En 1269, Níccolo y Maffeo Polo, regresaron de la China con cartas del emperador Kublai Khan solicitándole al Papa cien misioneros cristianos. Dos años después, los hermanos Polo, acompañados por Marco, de diecisiete años, emprendieron otro viaje a la China. Con ellos, el Papa Gregorio X envió: no cien, no cincuenta, no diez, no cinco misioneros, sino que envió dos frailes. Por supuesto, dos misioneros no bastaban para enseñar el mensaje cristiano en aquella extensa nación. A medio camino, temerosos de la jornada, los frailes regresaron. El llamado de Kublai Khan, para cristianizar a la China, no tuvo resultados. Hoy, solo podemos especular si no habría sido diferente la historia de esa nación, la historia de lo conocido como cristianismo, y la historia del mundo entero, de haber sido atendido aquel llamado.
Hay otro llamado para todos nosotros, dice la Biblia que Dios nos llama de las tinieblas espirituales en que vivimos, a la luz divina y admirable (1 P. 2:9), y que Él, no porque lo merezcamos, sino por su misericordioso deseo de favorecernos, nos llama a su gloria eterna en Jesucristo (1 P. 5:10). El mismo Jesús exclama: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3:20). En Cristo, Dios nos llama a establecer una relación con Él. La pregunta es si tú has de responder, o si habrás de ignorar el llamado.
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